¡ Pureza !

Volvía a casa el hijo de la ganadera por el camino cubierto de nieve. Allá en el pueblo de sus abuelos los inviernos eran duros. Todo lucía hermoso en blanco y pureza, empezaba enero con su enorme abanico de posibilidades, un año nuevo, esperanzas renovadas, ilusiones frescas.

A la altura de la fuente, a la que poetas ancianos habían dedicado muchas coplas, unos niños le preguntaron por Morante. El pequeño les dijo que muy bien, como siempre, dulce y cariñoso. Pidieron poder verle esa tarde y tomarse una foto con él. El pequeño, de nombre Pablo, aceptò encantado…

Quiso apuntarse una niña algo “curiosa”

Siempre decía mentiras y no estudiaba. No se comportaba bien en clase. Despreciaba a los niños , les insultaba. Presumía mucho de cosas que todos sabían que no eran verdad. Y le daba mucha importancia al hecho de jactarse de tener amistad con personas conocidas en algún ámbito. No compartía sus juguetes.
Pablo le permitió acudir a su casa.
Morante se mostró como siempre lo hacía. Alegre, lleno de arte, un pedazo de ternura. Los chiquillos disfrutaron intensamente! Se hicieron fotos jugando con un balón. Y al lado de la chimenea. Resultó ser una tarde bellísima. Morante congeniaba bien con todos, tremendamente sociable.

Únicamente aquella niña no lo pasó bien… Morante era un perro! Vaya tontería! Ella quería posar al lado de Morante de la Puebla, el torero, y no pasarse la tarde jugueteando con un perro que solo hacía mover el rabo y lamer los dedos. Qué niños tan repelentes. Se marchò a casa furiosa.

Los demás no pararon de reírse. Morante era cachorro y sus andares muy divertidos! Más tarde la ganadera sirvió una estupenda merienda y jugaron con la nieve. Y ella les despidió con una invitación: les convidaba a todos a su finca de Sevilla a un tentadero con el gran Morante de la Puebla. Ole!

Dedicado a Morante de la Puebla
Dedicado a mi amiga Marta, morantista!
Dedicado a Luis Carrasco, con un beso y un abrazo

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