Carlos Hornelas
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Nos hemos acostumbrado a que otros tomen decisiones por nosotros. O al menos que nos presenten opciones predeterminadas como si se tratara de un universo sin límites a nuestra disposición, cuando en realidad solamente nos ponen ante los ojos aquello que disponen para nosotros por una serie de razones que terminamos por desconocer.
Un ejemplo de ello se puede encontrar en las sugerencias de películas y series que nos hace el algoritmo de Netflix, basado en nuestras preferencias anteriores. Los datos se compilan en grandes cantidades y se procesan por análisis estadísticos y prospectivos para presentar aquellas opciones que probabilísticamente pueden ser de nuestro agrado.
Esto no necesariamente está mal, dirán algunos. A veces uno solamente se arrellana en el sillón y espera la sugerencia en lugar de navegar por tiempo indefinido sin escoger algo en particular. Y hay que decirlo, en muchas ocasiones, esa es una buena práctica que nos deja satisfechos al final del día.
Con la llegada de la Inteligencia artificial los modelos matemáticos prospectivos se han puesto de moda y se quieren aplicar en una serie de áreas distintas, esperando un resultado similar. Por ejemplo, calcular si un alumno puede aprobar la asignatura la final del semestre, basado en su rendimiento anterior en los períodos de evaluación pasados.
O tal vez más allá del aula, calcular cuál es la probabilidad de que la madre del estudiante, que ha quedado viuda y no tiene trabajo, pueda pagar el financiamiento de la colegiatura.
Esto en definitiva podría servir para tomar la decisión de extender o no el siguiente semestre este financiamiento, basado no en el rendimiento propio del estudiante, sino en su viabilidad financiera futura.
En el campo de la medicina podríamos aplicar modelos determinados para calcular la probabilidad de desarrollar o adquirir un padecimiento crónico, como la diabetes o la hipertensión, basado en datos que se acumulen y procesen mediante la automatización de su captura vía nuestro reloj inteligente que organiza la información y da un seguimiento puntual a su actualización.
Aunque si esos datos y esas proyecciones son usados por las compañías de seguros, éstas podrían sacar ventaja de sus probables clientes, negando la cobertura de ciertos gastos médicos relacionados con algunas tendencias o cuestiones hereditarias. Cosas que podrían o no ocurrir en el futuro.
En la actualidad algunas agencias están usando la IA y los modelos matemáticos asociados en la automatización del filtraje de currículums de postulantes a distintos trabajos, a fin de acelerar el proceso de selección y por supuesto de contratación. Una duda que salta a este respecto es si este proceder está siendo supervisado por un humano de alguna manera. Es decir, en el último de los casos ¿queremos o no eliminar el componente humano en nuestras decisiones?
Hay quien piensa que las decisiones deben tomarse con la cabeza fría y de manera objetiva, sin tomar en cuenta los sentimientos que pueden sesgarlo todo y en ese sentido, alimentar a la máquina de datos, valores e información y dejar que decida por nosotros. ¿Podemos deshacernos de los sesgos propios con los que alimentamos la máquina para que decida por nosotros?