Fanático versus tolerante
Roberto A. Dorantes Sáenz
El fanatismo es una actitud que no es tolerante, el fanatismo cae en la obsesión e irracionalidad, debemos evitarlo en nuestra conducta. La Real Academia Española define fanático como una persona con apasionamiento y tenacidad desmedidos en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas o políticas.
El fanatismo supone una adhesión incondicional a una causa. La mencionada ceguera que produce el apasionamiento lleva a que el fanático se comporte, en ocasiones, de manera violenta e irracional.
El fanático está convencido de que su idea es la mejor y la única válida, por lo que menosprecia las opiniones de los demás. El fanatismo no cabe duda que va en contra de la verdad, no podemos aceptarlo en la sociedad; el fanatismo puede ser religioso, político o tratarse de un pasatiempo, que se convierte en el eje de vida de un fanático, por ejemplo, los famosos “hooligans”, “barras” o “porras” de clubes de futbol.
El fanatismo religioso lleva a crímenes cometidos en nombre de la religión o del honor como es el caso de esta noticia antigua: “Shafilea Ahmed, una joven de 16 años de origen pakistaní que radicaba en Warrington, Gran Bretaña, fue asesinada por sus padres musulmanes porque consideraban que su hija era ‘demasiado occidental’”. Según informó el diario Avvenire, Alesha Ahmed, la hermana menor de la occisa, reveló esta semana a las autoridades que sus padres asesinaron a Shafilea asfixiándola con una bolsa de plástico. Los hechos ocurrieron en el año 2003. No cabe duda que los extremos siempre son malos, por eso exclamaba el filósofo griego que la virtud está en el medio.
Lo que sí debemos dejar en claro es que no podemos ser fanáticos ni tampoco condescendiente al error. No podemos equiparar lo bueno con lo malo, la verdad con la mentira, el vicio con la virtud; la verdad nos exige nuestra adhesión del entendimiento y la voluntad.
La tolerancia es libertad de error. No podemos ser tolerantes con lo falso, la mentira, el vicio, con el dolo. Una sociedad que acepta la injusticia en su forma de gobierno, queda fuera del orden y la racionalidad. La tolerancia rectamente aplicada es necesaria para el bien común, pero no puede ser vista como el sumo ideal de progreso civil. La meta última no puede ser tolerar el mal, sino vencer con el bien el mal: ahogar el mal en abundancia de bien, sembrando a nuestro alrededor la convivencia leal, la justicia y la paz. Todo hombre honrado debe procurar que la sociedad esté regida por leyes conformes a la dignidad de la persona. Esta actitud no debe ir acompañada jamás de la violencia. Pero sostener leyes justas, empleando medios lícitos, nunca es violencia; por el contrario, la ley injusta siempre acaba haciendo violencia a la persona y a la sociedad
Difundir la verdad defiende la libertad, pues la verdad hace libres a las personas. Para esto es preciso conocer bien la verdad, tener buena doctrina y comunicarla a los demás con capacidad y esfuerzo para llegar a sus inteligencias y con amor a los que la reciben. ¿Por qué, entre diez maneras de decir que “no”, has de escoger siempre la más antipática? La firmeza en la verdad no sólo no está reñida con la tolerancia, sino que la hace posible y evita que degenere en indiferencia ante el error y en positiva autorización del mal.
Existe un abismo entre el ser tolerante y fanático, el convivir con las personas que piensan, actúan de distinta manera no implica estar de acuerdo con ellas, eso es ser tolerante; en cambio el fanático no acepta que los demás piensen diferente, me queda claro que el entendimiento debe asentir de acuerdo con un orden de la realidad y leyes naturales.
Por eso mi entendimiento es en pro de la vida, a favor de la familia tradicional, en contra de la eutanasia, en contra de la legalización de la marihuana, no porque así lo quiera y desee las cosas, sino porque existe un orden natural y alterar ese orden es ir en contra de las esencias de las cosas.
Y los que me llamen fanático por defender la verdad que es evidente, les contesto que no lo soy, que más bien soy tolerante, puesto que acepto que en ocasiones se debe tolerar el mal menor para evitar un mal mayor, pero eso no indica que esté de acuerdo con las conductas. En cambio soy intolerante con leyes injustas que promuevan lo contrario a la ley y el bien mayor de la sociedad.