Por René Emir Buenfil Viera
Nuestras mentes ya estaban en modo “sobrevivir” por la contingencia sanitaria, pero hoy a la Península nos llueve sobre mojado, y probablemente estemos enfrentando este fenómeno meteorológico que viene fuerte.
Sabemos que estamos en una región donde esto puede suceder cada año, pero hace ya un tiempo considerable que nos habíamos salvado de algo tan grave, y aunque la trayectoria de los huracanes puede cambiar minuto a minuto, aún así los preparativos comienzan, las alertas se activan, las compras de pánico no se hacen esperar y la inminencia del golpe nos genera toda una serie de respuestas y emociones que van desde la preocupación y el miedo hasta la incredulidad, menospreciando las implicaciones que esto pudiera tener, hasta el enojo de algunas personas que quizá no se quieran salir de su casa aunque se les invite a evacuar por no estar en una zona segura, y es que los factores económicos tales como que les roben su patrimonio son determinantes para la toma de decisiones.
Las historias que tenemos quienes hemos vivido el paso de algún huracán se hacen presentes y nos recuerdan las lecciones aprendidas del pasado.
Lo primero que nos proponen las autoridades es mantener la calma. Te propongo una calma activa, donde puedas reflexionar sobre lo que necesitan tú y tus seres queridos, una calma en la que salga a flote esa unión y esa solidaridad que nos caracteriza para tenderle la mano a las muchas personas que lo pudieran necesitar, teniendo la paciencia sufriente para apoyar a todas esas personas que por la contingencia su salud mental no está en el mejor momento.
Si alguien en tu familia o en tu comunidad la viene pasando mal emocionalmente hablando, si ya tiene muchos demonios a los que se está enfrentando en este momento y retos que superar por la depresión, angustia, ansiedad o alguna otra condición de vida, es momento de fortalecerles haciéndoles saber que cuentan con nosotros(as) para platicar y desahogarse, o simplemente como compañía.
Se puede apoyar de muchas maneras a quienes por alguna crisis emocional o problema les va a ser más complicado mantener la calma ante esta emergencia, y si a alguien se le desbordan las emociones o está más sensible o irritable, eso no tiene porqué molestarnos, no tenemos que estallar nosotros(as) y echarle más leña al fuego si comprendemos que las personas tienen derecho a expresarse, y quizá eso les permita sacar toda esa carga emocional que están presentando en el momento y poder manejar mejor sus sentimientos.
Tenemos que ser mucho más sensibles ante el dolor ajeno de quienes van a perderlo todo o quienes con el encierro y el COVID más esto, sea la gota que derramó el vaso y ya no se puedan recuperar económica o mentalmente en mucho tiempo, respetar la validez de lo que otras personas están sintiendo dejando a un lado la descalificación automática, ya que nuestra labor ahora no es juzgar sino entender y reflexionar juntos para llegar a las soluciones que estén a nuestro alcance.
Es hora de probar de qué estamos hechos(as), si no la estás pasando tan mal, ayuda.