Realismo mágico en la vida diaria

Para muchas personas el realismo mágico es la verdad cotidiana. Estas dos historias de ayer y hoy son verdaderas.

Don Rafael tenía fama de ser uno de los mejores rastreadores y cazadores de la zona, pero esta vez la caza se le había complicado. Era evidente que el jaguar que estaba persiguiendo desde que empezó a oscurecer tenía experiencia y era muy mañoso.

El primer disparo que hizo al encontrarse casi de sopetón con el felino al parecer no había dado en el blanco, y el animal había huido. Pero Rafael no sólo era tenaz, sino también un excelente rastreador, que podía contar casi en detalle lo que iba haciendo el gato en su huida.

El rastro lo llevó hasta una caverna semioculta entre la vegetación. Muchos hubieran abandonado ahí la persecución, pues el jaguar tenía la ventaja en la oscuridad o las penumbras, pero este cazador no: con la escopeta al hombro y el dedo en el gatillo, entró y aguzó el oído más que la vista; alcanzaba a ver bultos junto a las paredes de piedra, pero nada más. Caminó a tientas y de repente vio en el suelo dos ojos brillantes como carbones encendidos; el corazón le dio un vuelco y a punto estuvo de disparar, pero en una fracción de segundo su cerebro procesó la situación y giró hacia atrás. El estrépito de un disparo de escopeta calibre 12 fue ensordecedor dentro de la gruta, que pareció cimbrarse toda.

El matabecerros lo vio de espaldas y se lanzó en un ataque que sería mortal, pero no llegó a tocar a su presunta víctima. El gran salto que dio acabó abruptamente en el aire y cayó al húmedo piso.

En esa fracción de segundo Rafael dedujo que el felino que había estado diezmando su ganado no estaba tirado en el piso, sino agazapado en una cornisa de la cueva, listo para matarlo, mientras sus ojos se reflejaban en el cristal de agua de una poza…

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Además de la incultura propia de un campesino, Neno tenía algún problema de discapacidad intelectual o como se llame. Grande y fuerte, era un excelente trabajador, aunque hablaba poco.

Pues así, grandote y lerdo, a sus quizás 32 años se enamoró de una señora que pasaba los 70. Ella le permitió intimidad y el grandote quedó tan prendado de ella que la obedecía en todo con tal de obtener sus favores.

El tío Melo se cruzó con Neno una mañana. “¿A dónde vas, Neno?”. “Voy a traer un tercio de leña, María no quiere nada conmigo si no traigo su leña”.

La gente hablaba mal de Neno y su veterana dulcinea, pero a ellos les valía gorro. “Aista cab…, es lo que estabas buscando”, dijo doña Socorro cuando le contaron que esa mañana muy temprano María había ido a la clínica del IMSS, porque su joven amante la había lastimado la noche anterior. Estaba feliz, pero le dolía aquella parte y tuvo que ir a ver al doctor.

Una mañana María amaneció enferma, nadie supo de qué. A pesar de las atenciones de sus hijas falleció y no hubo más que preparar el velorio para darle cristiana sepultura. Como se acostumbra en los pueblos, la calle fue cerrada, de manera que cuando llegó Neno a ver a su amada no lo dejaron pasar porque la familia no le reconocía la relación tan íntima que tenía con la abuela.

Las lágrimas de pena y dolor de un grandulón pueden partirles el corazón a muchos, y finalmente alguien se compadeció del enamorado y lo dejó pasar. Llegó a la caja donde dormía María plácidamente, vio su rostro, guardó silencio y así callado siguió al cortejo fúnebre hasta el cementerio.

Para el amor no hay edades, dice viejo refrán que muchos no han comprobado. Neno sí. Hoy que rebasa los 50 años sigue con su monótona vida a la que sólo una vez el amor le dio alegría y color.

Realismo mágico en la vida diaria

Texto: Gínder Peraza Kumán

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