Deyanira Trinidad Álvarez Villajuana
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De acuerdo con Candelas, R. (2019), el ejido en México es una de las formas de tenencia de la tierra que configuran lo que es la propiedad social agraria, siendo la otra, la tenencia comunal.
El autor propone estudiar el régimen ejidal, considerándose una visión tridimensional. La primera de ellas, alude a que el ejido ocupa un espacio amplio y extenso en la geografía del país. La segunda dimensión, implica que, el ejido, es un núcleo agrario generado con una finalidad productiva enfocada en proporcionar a la sociedad mexicana una base alimenticia en cantidad y calidad suficientes para que pueda garantizarse el derecho a la seguridad y la soberanía alimentaria.
La tercera dimensión, hace referencia a que el núcleo agrario es el territorio que sustenta el modo de vida de la comunidad ejidal, de la cual forman parte las familias de los propios productores y los avecindados del lugar, llegando a formar todos en conjunto, lo que se denomina el centro de población ejidal.
En cuanto a cuestiones históricas, el ejido mexicano tiene unas raíces muy profundas. El ejido es resultado de las acciones de dotar y restituir las tierras agrícolas a los campesinos durante el periodo revolucionario y postrevolucionario hasta 1992, siendo en este año en el cual se decreta que el reparto agrario se terminará. El ejido mexicano es fundamental para la estructura social del país, proporcionando el sustento de vida, al ser la base de la alimentación, a una multitud de familias de la población rural, siendo esta el 23% de la población total, brindando el ejido, un sentido de identidad y de emancipación social de gran valor para sus habitantes, aunque no puedan muchos de ellos desarrollar la agricultura a gran escala. El fundamento legal de la vida ejidal es el artículo 27 constitucional y la Ley Agraria, permitiendo regular este ámbito, además de concebirlo como un núcleo agrario creado para fines productivos a la vez que como la unidad de posesión parcelaria de la tierra y centro poblacional (Candelas, R. 2019, González, G. 2015).
La asamblea ejidal es símil a un centro de operaciones, un centro de comando en donde se toman las decisiones más relevantes sobre cómo organizar el núcleo agrario, la dotación y administración de parcelas y también de los espacios centrados en el asentamiento de las personas. El deber ser del ejido puede entenderse como la realización de trabajos por parte de la autoridad interna, los cuales favorezcan a los productores y a la comunidad.
Lo anterior, es básico para que progrese la población asentada en el núcleo agrario. Existe un debate público sobre un tema fundamental, que se enfoca en si es o no viable el ejido como unidad de producción agropecuaria, el cual, no ha cesado desde hace varias décadas, siendo un factor importante a considerar como argumento el que es elevada la escasez de capital que predomina en este tipo de explotaciones agrícolas, lo que hace difícil el progreso técnico y el desarrollo de la producción a gran escala, como se ha señalado (Candelas, R. 2019, Díaz de león, M. 2002).