Rocí­o…

La mujer buscaba una palabra sonora y con alma y con esencia torera y con personalidad y con fuerza para dar nombre a su siguiente poema. Una hora componiendo bajo la parra al lado de su casi centenaria abuela… Había versado sobre momentos talavantinos, genios en inspiraciòn bohemia, México…

Rocío… Escribió Rocío… Y a su mente, como si desfilaran por el jardín estival, acudieron cien o cien millones de imágenes. La Aldea… Tan blanca, tan pura, tan aldea, tan verdad. El rezo. El sentimiento. Óscar y su sentir. Rocío! La reja, la espera, el corazón cabalgando en docenas de latidos de emoción…

Rocío… Gotas de frescura, mañanas frescas y limpias. Lo que es blanco. Lo que es español y flamenco. Rocío también le hizo evocar Sevilla, esa Sevilla que tanto enamora. A Rocío Jurado, la más grande, la eterna, gracias por Viva el pasodoble y por Señora, por todo… Rocío, tanta musicalidad…

Rocío… Roci Fresnos, de nombre Rocío, y su cumpleaños agosteño, su querida amiga Sara y su madre Chelo… Rocío… Pronunciado con el hermoso deje andaluz. La nobleza en un nombre. Nombre tan especial como una muñeca maga, una mirada profunda, un lance genial o un beso al despertar…

Y escribiò el poema…

Dedicado a Roci y a Sara
Dedicado a la Virgen del Rocío
A Rocío Jurado
A Huelva
A Òscar
Y a Luisito, siempre

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