Rodríguez Vega: tener nombre y apellido reconocido no es sinónimo de la salvación

Para alcanzar la gloria, no es necesario tener nombres y apellidos prestigiosos, pero sí ser honestos y ayudar a la gente pobre, a las personas con situaciones adversas, y evitar ignorar los problemas de las comunidades más necesitadas. Por ello, la Iglesia católica hace un llamado a la población a reflexionar sobre su actuar diario.

El arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, durante la homilía de ayer, explicó a los feligreses que el Evangelio según San Lucas propone la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro, en la cual el millonario se vestía con telas finas de color púrpura, presumiéndolas diario por las calles.

Mientras tanto, el pobre Lázaro yacía a la puerta de la casa del rico, cubierto de llagas y ansiando comer las migajas que sobraban de su mesa; pero Epulón nunca se preocupó por ayudarlo.

“El nombre de Lázaro tiene un significado muy hermoso, pues quiere decir: ‘el ayudado por Dios’. Así pasaba con aquel pobre hombre a quien nadie ayudaba, pero que encontraba su apoyo en el Señor para sobrevivir.”

“Es notorio que Jesús no le ponga ningún nombre al hombre rico de la parábola, porque en el ambiente social la gente rica tiene renombre, con un apellido que suele ser muy conocido. Ahora bien, Epulón no es ningún nombre, sino un adjetivo que califica a las personas comelonas, que banquetean en abundancia”, escribió el arzobispo.

Ante esta situación, en los cinco continentes es muy común que los gobiernos, las grandes empresas o colectivos con grandes sumas de dinero y poder se olviden de realizar obras altruistas en beneficio de comunidades con escasos recursos, o que han sido afectadas por accidentes o fenómenos naturales, como huracanes, terremotos o incendios devastadores.

“En cambio, la gente suele ignorar el nombre de los pobres, pues los consideran como personas sin importancia. Aquí vemos, una vez más, que los criterios de Dios son muy distintos a los criterios de los hombres”, abundó.

Detalló el arzobispo que, cuando murió Lázaro, fue llevado a un cementerio para ser enterrado y olvidado.

“La consecuencia en la parábola fue que, al morir, el pobre fue llevado al seno de Abraham, como llamaban los judíos al lugar de salvación, mientras que el rico, al perder la vida, solo fue enterrado. Jesús describe un diálogo que el rico sostiene con Abraham, desde las llamas del lugar de castigo donde se encontraba, hasta el sitio de salvación donde estaba Lázaro con Abraham”, dijo Rodríguez Vega.

El prelado hizo un llamado a reflexionar sobre el actuar de las personas, empresas y gobiernos, para que, de alguna manera, ayuden a sus pueblos ante cualquier adversidad.

“Aquí en la Tierra existe un gran abismo entre ricos y pobres. Sin embargo, aquí sí es posible cruzar ese abismo. El pobre lo cruza cuando no envidia al rico por lo que tiene, alabando día a día al Señor sin amargura, y hasta comparte de lo poco que tiene con otro igual o más necesitado que él. De hecho, los pobres migrantes cruzan valerosamente los grandes abismos de nuestras fronteras.”

“El rico cruza el abismo cuando respeta a los pobres, tratándolos de igual a igual; cuando paga salarios justos a sus trabajadores; cuando promueve el empleo, arriesgando su dinero; cuando comparte de sus bienes con los necesitados; cuando ayuda al pobre para que sea protagonista de su propio desarrollo”, escribió Rodríguez Vega.

En la catedral de Mérida

La misa dominical en la catedral de la capital yucateca, oficiada por el obispo auxiliar de Yucatán, Pedro Mena Díaz, incluyó una invitación a quienes tienen una Biblia en casa a leerla: un capítulo por día, para que este libro no se convierta en un adorno dentro del hogar.

“Si nos lo proponemos, podemos releer las lecturas dominicales en nuestra Biblia, o tomar diariamente al menos un capítulo para leerlo, meditarlo, para orar en familia o también individualmente”, con el fin de entender mejor el mensaje de Dios.

El obispo auxiliar adelantó que el 30 de septiembre se celebrará la festividad de San Jerónimo, quien vivió entre el año 347 y el 420 de nuestra era, y es considerado una figura central en la historia de la Iglesia católica.

“Él solo realizó la primera traducción de toda la Biblia completa al latín, para que la gente sencilla, los pobres sin educación, pudieran entenderla. Fue hasta el siglo pasado cuando comenzaron las nuevas traducciones, aprovechando los rollos descubiertos entre 1947 y 1956 en unas cuevas cercanas al mar Muerto, donde se encontraron textos de casi todos los libros de la Escritura, en hebreo, arameo y griego”, destacó. 

Texto y foto: Alejandro Ruvalcaba