Por Armando Escalante
Pocas veces, y por eso dedicamos líneas al tema, se sobrevive en un accidente aéreo, más aún cuando se involucran velocidad, altura, una tormenta, una pista mojada, fuego, combustible, imprudencia y vidas humanas. Difícilmente la combinación de estos elementos arroje algo positivo.
Nos referimos al afortunado desplome del vuelo 2431 de Aeroméxico que el 31 de julio ocurrió en Durango, al despegar en medio de una tormenta, con el saldo blanco conocido.
La noticia corrió como reguero de pólvora gracias a los medios tecnológicos y a esa delicada, peligrosa mezcla entre teléfonos celulares y redes sociales. Y es que para casi nadie es impedimento formar parte de esta nueva y veloz forma de comunicación de la sociedad, donde casi siempre se privilegia la inmediatez por encima de la veracidad y la objetividad.
En cuestión de minutos, el país y medios en el mundo, tenían vídeos e imágenes surgidas; los primeros testimonios de pasajeros que informaron a sus familiares y estos a su vez, compartieron la noticia. Todo estaba ya a la luz.
A pesar de todo este drama y confusión, aparecieron en simultáneo, el gobernador y la aerolínea, así como otras autoridades, quienes enseguida tomaron el control y en forma por demás digna de elogio, mantuvieron informados a los sedientos millones de mexicanos y de medios de todo el mundo, en el mismo terreno donde la tragedia era publicitada: las redes.
La cuenta del gobernador José Rosas @AispuroDurango, la de su administración, @gobdgo, @Aeromexico, la @SEDENAmx, Policía Federal, Cruz Roja, lo mismo que otras muchas de Protección Civil, la SCT, IMSS, DIF, la Fiscalía, entre otras muchas, dieron seguimiento al hecho y en completo orden, cada una, procuró informar según fuera su atribución.
Lo mismo sucedió con las cuentas del presidente Peña y del titular de la SCT, así como la Secretaría de Gobernación, Relaciones Exteriores, que colaboraron en ser los canales precisos que mantuvieran satisfecho el apetito voraz de los medios. Además, se organizaban para ofrecer “en vivo” entrevistas y dar conferencias de prensa.
Más allá de la fortuita circunstancia de los no muertos, todo en este percance salió relativamente bien, en particular, la comunicación en medio de la tragedia.
El manejo impecable de una crisis tiene como pilares apoyarse sí, de expertos, de gente con experiencia, pero no en caídas de aviones sino en el temple periodístico, curtidos en la cobertura de fuentes noticiosas, a la par de asesores que desde afuera, puedan mirar el transcurrir de los acontecimientos, sin dejar de ver el todo, por ver una parte.
Sirva de ejemplo este serio caso, que reunió a las más diversas oficinas para dar la cara, atender a las víctimas y a sus familiares pero sobre todo, salir al paso de la desinformación que causa más daño que las llamas de un incendio.