Santa Lucía y su historia

Conocida por la iglesia del mismo nombre, el barrio de Santa Lucía, ubicado en la capital yucateca, es uno de los puntos más recurridos por el turismo nacional y extranjero. Famoso por sus serenatas, que desde 1965 se realizan en el lugar, hacia principios del siglo XIX, era propiamente un espacio que albergaba mulas y caballos debajo de sus arcadas.

De acuerdo con el libro Mérida (1542-1992) Antología, editado por la Gran Comisión de la LII Legislatura del Congreso del Estado de Yucatán 1991-1993, el gobernador Benito Pérez Valdelomar, el 6 de noviembre de 1804, promovió su iniciativa de convertir este lugar en una vistosa plaza y con empeño formó el plano primitivo de los portales y accesorias de los dos frentes de la plaza para que ésta quedara perfectamente cuadrada.

En esta edificación, con 24 arcos, dispuestos 11 hacia el oriente y los restantes hacia el sur, más otros dos en los accesos uno en la 55 y otro en la 60, albergaba diez viviendas, hogar de familias y muy estimables, y más aún, muy significativas en la historia, como el general Felipe Navarrete Moreno, destacado militar vallisoletano en la Guerra Social o de Castas, que destroncó al gobierno constitucional de don Liborio Irigoyen, haciéndose cargo del Poder Ejecutivo en marzo de 1863.

En un tiempo, casas antes o después, se lee en esta obra, dio el timbrazo de la nota elegante el solicitado salón de belleza y barbería de Carmito Romero. Otra de las del lado norte, la arrendó en el año de 1918 la recién fundada logia masónica “Renacimiento Uno”, para celebrar sus tenidas y talleres.

En la obra se cita que en las casas que forman el ángulo de los portales, habitaron los hermanos Fausto y Luis Hijuelos Febles, hijos, de doña Julio Domínguez Febles y Cantón, poetisa muy festejada en los círculos literarios yucatecos en los primeros lustros del siglo XX.

Al centro de la plaza, que luce en sus pisos ladrillos ingleses, se ubica un obelisco dedicado al Gral. Sebastián Molas, y también es parte de la historia de este lugar, que se formó a partir de la Iglesia dedicada a Santa Lucía en el siglo XVI, cuyo atrio funcionó como panteón hasta 1821, cuando se inauguró el Cementerio General, el antiguo edificio teresiano (calle 60 x 53), donde desde 1937 funcionó la Escuela Secundaria Federal para Hijos de Trabajadores con internado, y que tuvo como director a don Octavio Novaro, licenciado, poeta de imágenes felices, periodista aguerrido y buen diplomático; secretario, don Octavio Paz, quien al ausentarse para España al Congreso de Escritores de Valencia, fue sustituido por don Ricardo Cortés Tamayo, periodista ágil, ameno prosista y poeta de enjundia.

En imágenes tomadas en la década de los sesentas se aprecia cómo el tránsito en el lugar pasaba a las puertas de las arcadas que lucieron deterioradas e incluso con riesgo de desplome hasta el año 2012, cuando la familia Gene, dueños de los portales, iniciaron una renovación del espacio que hoy es uno de los máximos atractivos de la ciudad.

Texto: Manuel Pool Moguel
Fotos: Saraí Suárez

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