Salvador Castell-González
Por fin han comenzado las vacaciones, y con ellas llega el anhelo de escapar de la rutina y buscar refugio en la naturaleza. Sin embargo, este éxodo masivo genera una inmensa presión sobre los ecosistemas que visitamos. Las carreteras que atraviesan selvas y costas se convierten en trampas mortales, y nuestra presencia, si no es consciente, puede convertirse en una perturbación. El aumento de fauna atropellada no es casualidad; es el primer síntoma de un problema mayor.
La crisis climática, con sus sequías y olas de calor, junto a la incesante expansión urbana, obliga a los animales a desplazarse en busca de agua y alimento, cruzando nuestros caminos con más frecuencia. No es que ellos “invadan” nuestro espacio; es que hemos construido sobre el suyo. Ante esta realidad, visitar un entorno natural es un privilegio que exige una enorme responsabilidad. La clave es simple: somos invitados en su hogar.
Visitar un entorno natural es ser un invitado, no un dueño. Para estar a la altura de este privilegio, la preparación es fundamental. Antes de viajar, investiga las regulaciones del lugar y considera contratar guías locales certificados; su conocimiento enriquece la experiencia y apoya una economía sostenible.
Una vez allí, el código de conducta es claro. La regla de oro es mantener la distancia; si tu presencia altera el comportamiento de un animal, ya estás demasiado cerca. Usa binoculares, no tus pies. El silencio es tu mejor aliado para no estresar a la fauna y aumentar tus posibilidades de observarla. Por tu seguridad y la del ecosistema, respeta los senderos marcados.
Existen dos prohibiciones absolutas. Primero, nunca alimentes a los animales silvestres. Altera su dieta, genera dependencia y puede provocarles enfermedades. Segundo, rechaza cualquier interacción que implique un pago, como las fotos con animales en la calle.
Esta práctica financia el tráfico ilegal de especies y es una forma de maltrato animal. Si deseas un contacto cercano, busca centros de conservación o UMAs que cuenten con permisos oficiales, donde tu visita apoya su bienestar.
Aplica el principio de “cero rastro”: todo lo que entra contigo, sale contigo, incluyendo restos orgánicos que no pertenecen a ese ecosistema. Y si encuentras un animal herido o en riesgo, no intervengas. Tu rol es reportar a las autoridades competentes, como Protección Civil, bomberos o Profepa. Ellos tienen el equipo y la experiencia para manejar la situación.
Finalmente, el acto más profundo de respeto es desconectar del teléfono para conectar con el entorno. Solo cuando observamos con todos los sentidos, nace el aprecio genuino que nos impulsa a proteger.