Segunda Plana – Punto Medio

EN LA PRESENTE edición (página 10) contrasta el optimismo del delegado del SAT, Jesús Duarte Bórquez, quien afirma que el 98% de los contribuyentes obligados ya cumplen con la nueva facturación electrónica, y lo que expone la presidenta de la Asociación Mexicana de Mujeres Empresarias, María del Carmen Cárdenas Ojeda, de que la inflación y la nueva facturación les están haciendo la vida difícil a sus agremiadas. En los asuntos fiscales otra vez se ve que el color del que se ven las cosas depende del cristal con que se mira. Así que por nuestra parte sólo plantearemos aquí dos preguntas: 1) ¿Por qué nunca se ha condicionado el pago de los impuestos a una expresa y reglamentada rendición de cuentas del gobierno federal sobre lo que hace con cada peso que le pagamos? Y 2) ¿Por qué insisten las autoridades centrales en hacernos creer que hay estados “subsidiados” por la Federación, cuando lo cierto es que ésta cobra digamos el 95% de los impuestos establecidos, y deja para la recaudación estatal sólo migajas? Resulta al menos aberrante sostener que los habitantes de un estado son mantenidos por el gobierno federal, cuando en realidad éste es quien vive de los impuestos de todos los mexicanos.

LA VOZ DE ALARMA que lanza un coordinador de la Arquidiócesis de Yucatán (página 14) para exponer que ésta sólo cuenta con 9 mil catequistas para atender a unos 300 mil niños que requieren instrucción religiosa y moral, se suma a otras que advierten de creciente adicción a las drogas entre adolescentes y jóvenes, y unas más que subrayan que los padres de familia están descuidando de manera alarmante, con el comprensible pero no totalmente aceptado argumento de que tienen que trabajar, la educación de sus hijos. Porcentajes elevados de dos o tres generaciones recientes se han perdido por el descuido de la educación que los hijos deben recibir en la familia, esa estructura que en nuestros días está bajo ataque de personas que prefieren destruir en vez de construir o por lo menos no destruir sino hasta construir algo mejor. Analice usted, amable lector, esta pregunta: ¿De qué sirve mejorar económicamente si se pierde a la familia, a nuestras esposas, padres e hijos?

Por Gínder Peraza

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