TECLEE USTED, amable lector, en cualquier buscador de internet las palabras “impuestos insólitos”, y le aparecerán una serie de sitios donde se asombrará de cómo gobiernos y particulares han tratado de quitarles legalmente a los ciudadanos su dinero, tanto para fines justos como para costear abusos o excesos. Se topará usted, por ejemplo, con el impuesto a las casas con más de seis ventanas que inventó el rey Guillermo III de Inglaterra, y que medio siglo después fue copiado en México, como probablemente usted habrá escuchado. Más recientemente, en Europa surgió una lucha para derogar el impuesto al sol que fue inventado para cobrarles a las personas que, en el afán de dejar de pagar cuentas elevadas, recurrieron a la instalación de paneles solares para abastecer de energía a sus hogares. Hoy día el sector empresarial de Yucatán, y suponemos que de muchas partes más de México, está enfadado por la forma en que la Comisión Federal de Electricidad está calculando el cobro de la electricidad que esa paraestatal produce, distribuye y comercializa. No sabemos los porcentajes exactos, pero, por lo que se ha visto en todo lo que se refiere a energéticos, en México el precio de éstos incluye de manera preponderante el monto de los impuestos.
LA CFE Y PEMEX se han constituido a lo largo de sus respectivas historias como empresas que no sólo han adolecido de una falta de transparencia en el manejo de sus ingresos, sino también de una opacidad en el ejercicio de sus finanzas internas y en la forma en que realizan su gasto corriente, es decir, la manera en que pagan sueldos, prestaciones y convenios con compañías externas. Dispendio es una palabra que durante décadas ha estado muy ligada a la CFE, y el sindicato que en ella predomina es también un ejemplo negativo, con una trayectoria bastante bien documentada. Actualmente la CFE lucha por sanear sus finanzas, lo que es positivo pero, al parecer y según las quejas del sector privado que publicamos ayer, esos esfuerzos incluyen una nueva forma, arbitraria y sin aviso previo, de calcular los cobros que les hace a sus usuarios, para quienes el lema de “Una empresa de clase mundial” carece de sentido lógico.
Por Gínder Peraza
