SEGUNDA PLANA – PUNTO MEDIO

EN HOMENAJE A la fuerza laboral que mueve a este país y a nuestro estado en particular, PUNTO MEDIO ofrece hoy a sus lectores como nota principal un trabajo en el que se plantean los avances, retrocesos y estancamientos que vive en carne propia la llamada clase obrera. Con base en cifras oficiales se hace evidente que falta mucho por hacer para que los derechos fundamentales de los trabajadores sean una realidad. Las cifras evidencian que no basta con crear plazas de empleo, sino que es necesario también atacar otros problemas paralelos, como el incumplimiento de prestaciones laborales, la subcontratación, el deterioro del poder adquisitivo y, muy particularmente, la informalidad, un fenómeno que atenta contra las empresas establecidas, que generan empleos formales y pagan debidamente sus impuestos. Vale la pena repetirlo: no basta con crear empleos, hay que esforzarse por que esos empleos tengan, con base en la capacitación y una mayor productividad, salarios cada vez mejores, para bien de todo el ciclo económico nacional.

EN EL DÍA DEL TRABAJO, vale la pena entonces plantearse una vez más la pregunta de todos los años: ¿Realmente hay algo que celebrar? ¿Los sindicatos tienen algo de qué enorgullecerse? Desde esta tribuna nos parece que es muy difícil encontrar algún hecho o dato que permita hacer una verdadera fiesta obrera en este día tan importante. Los líderes sindicales llevan años en el poder y quieren seguir ahí, a pesar de que no se escuchan las voces de sus agremiados avalando su actuación; vaya, no se oyen ni siquiera para criticarlos. Es evidente que los trabajadores no han visto verdaderas mejorías en los últimos años, ni en el balance de las últimas dos décadas, por ejemplo. Quizás haya excepciones, pero los sindicatos muy poco o nada han logrado en beneficio de sus representados, y los trabajadores no agrupados tampoco puede presumir de una mejor situación. Así pues, como reconoció hace unos días el líder estatal de los burócratas, en realidad el 1 de mayo ha perdido mucho de su esencia, al mismo tiempo que los trabajadores han perdido gran parte de sus pocas conquistas (los que las tuvieron).

LOS PROBLEMAS DEL CAMPO son también los problemas de la ciudad, porque del campo comemos todos, y para corroborar eso sólo tiene usted que hacer un sencillo ejercicio en el supermercado donde compra sus alimentos: comprobará que todas las cosas que desfilan por su mesa y acaban en su estómago vienen del campo sin excepción, aunque estén procesados, empaquetados y adornados como si el anaquel donde se exhiben fuera su lugar de origen. Sin producción suficiente de alimentos no hay soberanía nacional, eso es otro concepto muy sabido. Por todo eso, en los últimos días en este periódico hemos insistido en dar voz a quienes no la tienen generalmente, como son los productores  del campo, quienes sólo interesan realmente a los políticos cuando se acerca una elección. Las manifestaciones campesinas nos recuerdan una y otra vez la discrepancia que hay entre el discurso político, positivo y triunfalista, y el lamento, queja y demanda que vienen de los productores agropecuarios.

NO DESCUBRIMOS el agua tibia si afirmamos que un país fuerte es aquel que tiene un campo productivo, que no sólo produce suficientes alimentos para la subsistencia de sus habitantes, sino que es capaz de abastecer a toda la población nacional y aún más, de exportar. El ejemplo más cercano que tenemos es el de Estados Unidos, cuyas cosechas figuran entre las más grandes del mundo, para lo cual utiliza los excedentes económicos que generan otros sectores, como el de la tecnología, el turismo, el comercio internacional y los servicios financieros. Muchos saben que un granjero estadounidense recibe subsidios y facilidades financieras de todo tipo, de manera que puede no sólo pagar el uso de tecnologías que aligeran su trabajo y aumentan su productividad, sino que además pueden agregarle valor a su producción y exportarla con facilidades. Yucatán tiene hermosas tierras sobre todo en el sur y el oriente, con gran potencial, pero carece de políticos con vocación de servicio y visión de futuro, y también le hacen falta empresarios con esas mismas cualidades y que además crean en que el campo puede ser un excelente negocio que beneficie a todos.

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