SEGUNDA PLANA – PUNTO MEDIO

UNA TROMBA DE 70 kilómetros por hora en Mérida y que alcanzó los 90 en Progreso, le dio una revolcada ayer a la capital yucateca e hizo pasar angustia y serios apuros a los porteños. En un momento de la crisis vespertina de ayer, alguien dijo que la ciudad estaba sumida en el caos, lo que a varios se les hizo una exageración. En Mérida los daños y perjuicios del “Cordonazo de la Santa Cruz” (que les detallamos en varias páginas de esta edición) fueron muy variados, desde los 3 mil 500 clientes de la CFE que se quedaron sin electricidad dos horas, hasta los que vieron perdidos en parte o totalmente sus vehículos por el desplome de árboles, pasando por los congestionamientos viales y las horas laborales perdidas en empresas. En el puerto los perjuicios económicos fueron sobre todo para los dueños de embarcaciones pesqueras y yates de recreo, algunos de los cuales rompieron sus amarres y se estrellaron contra los muelles, además de que muchos edificios y residencias tuvieron daños importantes.

EL AZOTE DE la tromba de ayer parece dejar bien asentada una conclusión: A poco más de tres semanas del inicio formal de la temporada de ciclones 2017, Mérida no está preparada para afrontar el impacto de un huracán, y lo mismo podría decirse por extensión de prácticamente todas las poblaciones del estado. El hilo más delgado de esa falta de preparación parece ser el servicio de electricidad, según lo visto ayer, y también como se vio hace unas tres o cuatro semanas, cuando ligera lluvia en alguna parte de la ciudad dejó sin luz amplio sector del centro. A la CFE la hemos elogiado en pasadas contingencias por huracanes, pues mostró gran capacidad para restablecer sus servicios en poco tiempo incluso en zonas devastadas, y queremos pensar que los severos recortes presupuestales que ha sufrido no han mermado ahora su capacidad. La Comisión y todos los organismos involucrados en la protección civil de los yucatecos tienen que apurar el paso para estar listos a defendernos en la inminente temporada de ciclones. Llevamos casi 15 años sin sufrir el golpe de uno de esos fenómenos –desde el paso de Isidoro en septiembre de 2002–, lo que según las leyes de probabilidades nos hace más propensos a sufrir uno en este 2017.

REPORTES PERIODÍSTICOS basados en cifras de organismos de la sociedad civil indicaban ayer que el país parece escurrírsenos entre los dedos, azotado por la violencia que hizo que el primer trimestre de 2017 sea el más violento en los últimos 20 años en México. Por lo menos 12 estados se encuentran virtualmente secuestrados por los delincuentes, y en otros 10 la seguridad pende de alfileres, según esos reportes. Reynosa, en Tamaulipas, es hoy el ejemplo vivo del calvario que viven muchas poblaciones, pues acaba de pasar (como le informamos ayer) dos días de la más cruda violencia, con familias ametralladas y niños pequeños entre los muertos. En este contexto el presidente Enrique Peña Nieto declaró anteayer mismo que algunas ciudades “empezaron a regresar a escenarios del pasado”, lo que significa que él está convencido de que en su gobierno la violencia había disminuido… aunque las cifras no oficiales discrepan de esa visión. Hay más, mucho más que decir sobre este tema.

EL CANDIDATO DEL PRI a la gubernatura del Estado de México, Alfredo del Mazo Maza, declaró que está a favor de la defensa de la familia tradicional y por consiguiente en contra de que se aprueben los matrimonios gais, la adopción a cargo de parejas del mismo sexo y la legalización del aborto. Quienes en todos los temas piden igualdad y respeto se le lanzaron a la yugular, como si él no pudiera tener opinión propia y estuviese obligado a pensar igual que los que demandan el derecho de acabar con la vida de niños no nacidos porque los consideran parte de “su” cuerpo. Hay que recordar la vieja advertencia de que “lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada”. Igual que los defensores de las alianzas homosexuales, el aborto y demás, quienes pensamos diferente tenemos el derecho de proclamar nuestra posición y exigir que la respeten. Y los defeños (hasta ahora no está claro su gentilicio) deben entender que en la “provincia” muchas personas no piensan como ellos, ni quieren las mismas leyes que se fabrican para ellos.

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