Por: Roberto A. Dorantes Sáenz
Serenidad por favor, es muy probable que en ocasiones perdamos la tranquilidad del alma, por eso es importante insistir que la ecuanimidad debemos trabajarla todos los días,
Es curioso cómo muchas personas piensan que la felicidad es algo reservado para otros y muy difícil de darse en sus propias circunstancias.
Corremos el peligro de pensar que la felicidad es como una ensoñación que no tiene que ver con el vivir ordinario y concreto. La relacionamos quizá con grandes acontecimientos, con poder disponer de una gran cantidad de dinero, gozar de una salud sin fisuras, tener un triunfo profesional o afectivo deslumbrante, protagonizar grandes logros del tipo que sea. Pero la realidad luego resulta bastante distinta a eso.
La prueba es que la gente más rica, o más poderosa, o más atractiva, o que mejor dotada está, no coincide con la gente más feliz. El dinero y las posesiones son en sí mismas un espejismo de la auténtica felicidad. La fama tampoco aporta demasiado por sí misma; es más, el hombre famoso necesita de una madurez especial para saber asumir bien su encumbramiento, sin que le produzca un desequilibrio emocional (además, es centro de atención de muchas miradas, que le siguen muy de cerca y suelen juzgarle con especial severidad).
Juan XXIII escribió siendo muy joven su Decálogo de la serenidad. Se trata de un texto en el que propone un código de conducta diario que se convierte en un propósito para toda la vida: vivir al día y sin anticipar las preocupaciones, comportarse con cortesía y educación, practicar la buena lectura para alimentar el espíritu, saber adaptarse a las circunstancias, ejercitar la generosidad y la humildad, confiar en la Providencia.
Un decálogo que explica esa serenidad tan característica del Papa Bueno, que le permitía mantener la calma, la alegría y la paz en todas las circunstancias. El texto del Decálogo se acompaña con inspiradoras fotografías que ayudan a la meditación.
1. Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente al día, sin querer resolver los problemas de mi vida, todo a la vez.
2. Sólo por hoy tendré máximo cuidado de mi aspecto: cortés en mis maneras, no criticaré a nadie, no pretenderé criticar o disciplinar a nadie, sino a mí mismo.
3. Sólo por hoy seré feliz en la certeza que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino en este también.
4. Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten todas a mis deseos.
5. Sólo por hoy dedicaré diez minutos a una buena lectura; recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la lectura es necesaria para la vida del alma.
6. Sólo por hoy haré una buena acción y no se lo diré a nadie.
7. Sólo por hoy haré alguna cosa que no desee hacer; y si me sintiera ofendido en mis sentimientos procuraré que nadie se dé cuenta.
8. Sólo por hoy me haré un programa detallado. Puede que no lo cumpla totalmente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
9. Sólo por hoy creeré firmemente -aunque las circunstancias demuestren lo contrario -que la buena Providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie más en el mundo existiera.
10. Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de disfrutar de lo que es bello y de creer en la bondad.
Con este decálogo del Papa Bueno podemos trabajar para lograr esa serenidad tan necesaria para la convivencia humana.