Sí­, Morena avanzó… pero ¿le ancanzará?

Siempre me pareció exagerado que algunos comentaristas políticos dieran por hecho, desde hace algunos meses, que Andrés Manuel López Obrador ganará la elección presidencial de 2018.

Primero, porque falta una eternidad, en términos políticos, para que se lleve a cabo dicha contienda; segundo, porque siempre hay que tener cuidado de no confundir hechos con deseos, y, tercero, porque la estadística electoral muestra que, para lograr ese objetivo, AMLO deberá incrementar su presencia en regiones del país donde ésta es meramente testimonial.

Por supuesto, el tabasqueño es un formidable competidor político. Entre otros atributos, ha aprendido a orientar la discusión pública.

En tiempos recientes aumentó su exposición mediante su presencia en spots de su partido –formalmente en condición de presidente de Morena–, y él o sus publicistas elaboraron un conjunto de expresiones pegajosas que repite cotidianamente el hombre de la calle.

De que López Obrador será un jugador importante en la carrera presidencial venidera, no cabe duda. Pero al hacer pronósticos sobre sus posibilidades de éxito, uno tiene que observar el desempeño electoral de Morena y la presencia de este partido en las diferentes regiones del país.

En entregas anteriores de esta Bitácora, he hecho notar que la presencia de Morena en el norte de la República –en su primera incursión, en 2015—no pasa de ser modesta.

Lo es también en el conjunto de nueve estados que ha venido ganando el candidato que finalmente logra llegar a Los Pinos (Aguascalientes, Baja California, Chihuahua, Coahuila, Colima, Querétaro, San Luis Potosí, Sonora y Yucatán).

En 2015, Morena obtuvo alrededor de 5.5% de los votos en esas nueve entidades, contra 34% del PRI y 31% del PAN.

Tomando en cuenta ese y otros factores, he creído, desde hace meses, que la contienda electoral de 2018 será principalmente una confrontación entre PRI y PAN, algo que los resultados de las votaciones del domingo parecen confirmar.

Uno de los problemas más serios que tienen Morena y López Obrador en su empeño de ganar la Presidencia en 2018 es –por usar palabras del encuestador Ulises Beltrán– seguir vendiendo en la misma tienda y a los mismos clientes.

El domingo pasado, Morena no ganó ninguna de las 12 gubernaturas en juego, pero, peor que eso, sus votos se concentraron en un puñado de entidades: Veracruz, Oaxaca y la Ciudad de México.

En esos tres estados, el partido de AMLO sacó 70.18% de los sufragios que obtuvo. Y hay que considerar que dichas entidades, por muy importantes que sean en el tablero político del país, juntas sólo representan 18.32% del listado nominal de votantes a nivel nacional.

En Aguascalientes, Baja California y Chihuahua –tres de los nueve estados a los que me he referido como claves para llegar a la Presidencia–, Morena obtuvo el domingo 4.52%, 12.50% y 3.97% de los votos, respectivamente. Un año antes, había conseguido 5.22%, 12.80% y 6.50%, en ese orden.

De los 14 estados donde hubo elecciones el domingo, Morena incrementó su porcentaje en cinco (Ciudad de México, Hidalgo, Oaxaca, Veracruz y Zacatecas), lo mantuvo en tres (Baja California, Durango y Puebla) y lo vio descender en seis (Aguascalientes, Chihuahua, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas y Tlaxcala).

Como resultado de las elecciones del domingo, el PAN parece haber desplazado a Morena como alternativa al PRI –partido que buscará la continuidad en 2018– y como personificación del cambio.

De acuerdo con datos que me compartió Ulises Beltrán, en un año Acción Nacional incrementó su votación en 77% en los 14 estados, contra 36% de aumento conseguido por Morena. Es por ello que AMLO deberá trabajar en los meses que vienen en una oferta de cambio que resulte atractiva no sólo para los estados del sur sino también para los del norte.

Dos elecciones consecutivas, en las que López Obrador ha sido la cara más visible de Morena, no han servido para que un porcentaje importante de ciudadanos norteños volteen a ver a ese nuevo partido.

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