Por: Miguel II Hernández Madero
Los yucatecos sobreviven con los más bajos salarios del país, pero frente a ello la administración estatal exhibe derroche de recursos, con cifras alegres y soberbia para tratar los problemas sociales y económicos, total es tan fácil aumentar impuestos pues el Poder Legislativo ya demostró que no se va a oponer y los legisladores federales se mantienen en sus campañas de promoción personal.
Esta situación no es nueva. Ya existía, pero no por ello deja de ser lesivo para todos, con el agravante que cada vez es más difícil subsistir, pues el poder adquisitivo del salario cada es menor…, o lo que es lo mismo: cada vez se puede comprar menos. Sumemos una auténtica persecución fiscal para que la Federación obtenga más recursos y nos encontraremos con que la clase media cada vez será más reducida.
Ya los bolsillos del mexicano común se han visto afectados por impuestos y disposiciones de Hacienda. Un aumento al salario mínimo “por decreto”, que ahora se ubica en 123.22 pesos al día, no soluciona nada pues la canasta básica alimentaria se ubica por encima de los cinco mil pesos mensuales y no existen las condiciones económicas para lograr sea más acorde con los ingresos de los trabajadores.
Pero en Yucatán la respuesta ha sido lanzar impuestos absurdos sin lugar a dudas, que recuerda uno que aplicó hace más de siglo y medio el once veces presidente de México Antonio López de Santa Anna, previo a la guerra contra Estados Unidos.
En ese entonces, ante la falta de recursos del Gobierno de la República, López de Santa Anna tuvo la idea genial de decretar el cobro de un impuesto por puertas y ventanas. Así todos tendrían que pagar un real (25 centavos) por cada puerta su casa y cuatro centavos por cada ventana.
Para ello se realizó un censo que específicamente registraba cuantas puertas y ventanas había en cada vivienda y cuánto tendrían que pagar. Esto obligó a que muchas familias tapiaran sus puertas y transformaran sus ventanas en la vía para entrar y salir de sus casas.
En Yucatán, aparentemente este impuesto nunca se cobró, pues la Península no tuvo muy buenas relaciones con Santa Anna, de quien se tenía malos recuerdos tras su paso como gobernador en 1823.
En ese entonces literalmente se cobró a los mexicanos por el aire que circulaba por sus casas a través de las puertas y ventanas. Ahora Mauricio Vila lleva las cosas a otro nivel, al cobrar un reemplacamiento para “mantener actualizado el padrón”, trató de cobrar un impuesto adicional en los recibos de la CFE y aumentó el pago de derechos por diversos trámites.
En un estado con problemas salariales, donde hay pobreza, donde no hay suficientes recursos, cargar al pueblo con tantos impuestos lleva a preguntarle al señor gobernador: ¿en Yucatán, se permite comer?
Hasta la próxima…