Estaba allí. Limpia. Serena. Más allá la vida iba pasando, al compás que marcan los ritmos del toro, y temas de Alejandro Fernández. O de su padre. Estaba allí viendo como llegaban los fríos y se encendía la chimenea, como los niños jugaban con sus capotes a trenzar en el silencio verónicas de inocencia y verdad…
Estaba allí en las mañana bonitas de mayo, cuando las vacas se escapan, y las niñas se embellecen con flores frescas en sus melenas de princesas… Cuando van a tentar Diego Silveti o Antonio Ferrera o Alejandro Talavante o Lama de Góngora. Estaba allí cuando el viento susurraba en los árboles…
Y cuando había herradero.
Y cuando era Navidad y se cantaban villancicos.
Y siempre…
Estaba allí. A su alrededor la vida era en rojo y pureza, en sonidos y lances, en junio y en Las Ventas. Estaba allí. Contemplando! Simplemente era una ventana. Una ventana en una casa en una ganadería, una ventana que sabe que el ganadero se emociona cuando habla de sus becerritos. Una ventana bella.
Dedicado a los ganaderos
Dedicado a los toreros mencionados
Dedicado a Luisito, para que desde su ventana pueda sentir la fuerza