La guerra en Siria entró en su décimo año, con el régimen del presidente Bashar al Assad consolidando su control sobre un país asolado por el conflicto armado, con una economía diezmada y bajo la intervención de potencias extranjeras con intereses divergentes.
Al menos 384 mil personas, incluidos más de 116 mil civiles, han muerto en la guerra que comenzó en marzo de 2011 con la sangrienta represión de las protestas en favor de la democracia, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH).
En vísperas del noveno aniversario de la guerra, el emisario de la ONU para Siria, Geir Pedersen, lamentó la duración de una contienda “horrible”, “prueba de un fracaso colectivo de la diplomacia”.
Gracias al apoyo de Rusia e Irán y a bombardeos devastadores, el régimen reconquistó a partir de 2015 las regiones de las que se habían apoderado los insurgentes y ahora controla más del 70% del país.
El principal frente de guerra hoy, en la región de Idlib, el último gran bastión yihadista y rebelde en el noroeste, es escenario desde comienzos de marzo de una tregua precaria, tras meses de ofensiva del régimen.
En virtud del alto al fuego, desde ayer se hicieron efectivas patrullas conjuntas de Rusia y Turquía, que apoya a los grupos rebeldes, en una zona de la estratégica autopista M4 en Idlib, según agencias de prensa rusas. La policía militar rusa y vehículos blindados participaron en este dispositivo, que salió del pueblo de Tronba, según las mismas fuentes.
La mecha de la revuelta prendió en Deraa (sur), cuando unos adolescentes, inspirándose en la Primavera Árabe de Túnez y Egipto, escribieron lemas contra Al Assad en los muros del colegio.
Las manifestaciones se propagaron a las grandes ciudades. A raíz de la represión surgieron facciones rebeldes. El conflicto se volvió aún más complejo con la aparición de los yihadistas, sobre todo del grupo Estado Islámico (EI) y la intervención de potencias extranjeras.
La guerra ha provocado el éxodo de más de 11 millones de personas.
Texto y foto: EFE