Luego de las horas de festejos por la Nochebuena y la llegada de la Navidad, la Ciudad Blanca despierta sin pulso y sólo algunos peatones, conductores y comerciantes se ven en la necesidad de transitar y romper con un atípico silencio sepulcral
Mérida amaneció sin pulso como si se tratara de un pueblo fantasma, muy diferente a la de unas horas antes, cuando el Centro Histórico era un auténtico hormiguero por las compras navideñas o como cualquier lunes de inicio de semana, en el que los vehículos forman largas filas en las calles y avanzan a vuelta de rueda.
Contados eran los automovilistas o las personas que transitaban después de las seis de la mañana. Las unidades de la Alianza de Camioneros de Yucatán (ACY) comenzaron a dar servicio a las 7 am. En rutas donde suele haber 10 autobuses, sólo lo había cuatro.
Pocas personas los abordaban, incluso había algunas rutas que comenzaron a operar hasta las nueve de la mañana.
Los encargados de la limpieza de las calles realizaban su trabajo sin la presión del tráfico, aunque sí había más basura que la acostumbrada.
Apenas un día antes, la estampa era totalmente diferente. Prácticamente casi todos los comercios lucían llenos.
Ayer, en el Portal de Granos únicamente abrió la tienda de ropa Mofertín. Colocó su par de maniquíes con la esperanza de que los contados clientes se animen a comprar.
Enfrente, en el andador estaba el Sr. Cosme Sansores Poot, quien debido a que no festeja la Navidad porque tiene que trabajar de velador, terminó su turno y optó por ir al centro.
“Tengo ocho años trabajando de velador, no me dan esos días, ya me acostumbré. La ventaja que tengo es que el patrón me da chance de vivir en esa casa, así que no pago renta, ni agua, ni luz, y extraño festejar con los amigos”, indicó.
Minutos después, lo saludó un conocido, quien le deseó unas felices fiestas.
Explicó que salió desde las ocho de la mañana y prácticamente fue el único pasajero del camión.
Los contados automovilistas que circulaban en las calles casi podrían guiar como si fuera una autopista, lógico que no lo hacían porque era probablemente que estaban saliendo de la fiesta.
Horas antes, en la mayoría de las casas donde profesan la religión católica se colocó la imagen del Niño Dios en el pesebre y pidieron un año de bendiciones; brindaron, rompieron piñatas, repartieron regalos, cenaron pavo, cerdo, pollo, ensalada, frijol colado, sandwichón, ensalada de coditos, la tradicional ensalada con remolacha y demás verduras, así como manzanas, uvas y peras, entre otras viandas.
A quienes les gusta bailar no tardaron en lucir sus pasos. En algunas casas no faltaron los que son Djs y la música se escuchaba casi a media esquina.
Otros saben que es uno de los días para reventar las “bombitas”, así que desde la noche del día 24 tronaron el arsenal que tenían. Algunas mamás de lejos observaban a sus hijos pequeños entretenerse en estos menesteres, riesgosos por cierto.
Otro que trabajó en la Navidad es el supervisor de camiones de la ACY, José Alfredo Briceño, quien indicó que ellos se turnan, ya que unos laboran el día 25 y a otros les toca el 1 de enero.
“Mi sede está al final de la ruta de San Marcos, pero como hoy descansa la mitad de los camioneros vengo al centro en esta ruta”, explicó.
Expresó que para esto se acostó a las 10 de la noche, como al mediodía del 24 comenzó a beber algunas cervezas, luego se durmió y despertó a las 7 de la noche para tomar y cenar con sus hijos y luego acostarse a dormir.
“La ventaja es que la próxima semana descansaré, así que me desquitaré, es lo bueno, hay quienes ninguno de los dos días descansa”, añadió.
Aseveró que antes de ser supervisor (llevar el tiempo de entrada y salidas de los choferes de autobuses) fue camionero por 38 años, por lo que ya no quiso seguir y le dieron este puesto.
Agregó que la última ruta que cubrió fue la de Circuito Colonias y que ninguno de sus hijos se dedicó a este oficio. “Mi hijo trabaja en el aeropuerto de Mérida y mis hijas son amas de casa”, comentó.
Recordó que cuando comenzó a trabajar hace 23 años en la Alianza, únicamente había 119 camiones y las rutas eran más cortas.
En el área del mercado San Benito la situación era similar. Prácticamente todo estaba cerrado. De los locales que están en la 54 únicamente dos estaban abiertos y eran de los que venden artículos para celulares.
En las pollerías únicamente un local abrió, quizás para tratar de vender a los contados clientes que intenten comprar con anticipación estos alimentos.
Mientras, en el área de las taquerías se abrieron la mayoría de los puestos, que, al igual que la zona donde está la zapatería Tres Hermanos, eran los únicos lugares del mercado que había algo de movimiento.
En éste último se notaba algunos fruteros y al vendedor de bóxers y sports, Miguel Ángel Moguel López, quien indicó que él siempre sale a vender estos días, ya que luego de la pandemia tuvo que solicitar unos créditos que hasta la fecha paga.
“Se puede decir que, a diferencia del año pasado, han estado bajas las ventas, se ha vendido la mitad”, lamentó.
Asimismo, recordó que debido a que se endeudó en la pandemia, por los meses que no trabajó, además, que en dos ocasiones le dio covid-19 y últimamente influenza, pues se ha pasado una buena temporada sin trabajar.
“En pandemia lo que sucedió es que no me quedaba en un lugar, tenía que estar caminando, nos golpeó terrible, tres colegas se suicidaron por la situación”, relató.
Apodado “el Comandante” señaló que él lleva 40 años vendiendo en el mercado y que comenzó como “manzanero” (vendedor de manzanas), pero que era empleado y como vio que dejaba más vender prendas, se animó a independizarse.
Señaló que en ese entonces tenía que estar caminando por las calles, no tenía puesto fijo, hasta que consiguió que le dieran un lugar enfrente del supermercado Soriana del centro (en ese entonces Súper Maz), luego lo cambiaron a un costado de Correos de México (actual Museo de la Ciudad de Mérida) y posteriormente por la zona de la zapatería.
“Con el cambio de autoridades hay reubicaciones, por eso me enfoco en hacer clientela para que me busquen, se les trata bien, se les ofrece calidad y si olvidan algo se los guardo y cuando regresen se los devuelvo, es cierto, puede ser algo de dinero, pero es mejor conservarlos”, refirió.
Platicó que es originario de Campeche, que no estudió, de niño trabajó de pescador y luego vino a vivir a Mérida donde comenzó a laborar en el mercado.
“Tengo unos hermanos viviendo en Río Lagartos, ellos sí se dedicaron a la pesca. Por eso les inculqué a mis cuatro hijos que estudien, donde ahora el más pequeño de 16 años está en la preparatoria”, precisó.
Sus otros tres hijos tienen 25, 22 y 20 años de edad y actualmente todos trabajan.
Vende cuatro bóxers por 50 pesos, los sports a 30 pesos y tres por $80, tres pares de tines a $25, tres rastrillos a 10 pesos, cuatro pilas a 10 pesos y también vende cortauñas y calcetas.
Texto y fotos: Darwin Ail