¡Somos energía!

Mario Barghomz

mbarghomz2012@hotmail.com

Somos átomos, miles de millones de células, energía pura del Universo, polvo de estrellas en nuestro hidrógeno, oxígeno, carbono y nitrógeno sin lo que no existiríamos ni en este planeta ni en esta galaxia. El 99% de nosotros es energía pura; energía electromagnética que atrae o rechaza.

Y la energía en general puede ser positiva o negativa, sobre todo cuando hablamos de energía humana. Las malas personas, que no son malas per se sino por situaciones de anomalías genéticas o desregulación en su sistema orgánico; suelen tener muy mala energía, energía que agota y repele, energía tóxica que emocionalmente siempre afecta o lastima. Es energía descompensada de todo aquello que podría ser más positivo; sensaciones, emociones, pensamiento y sentimientos.

Por lo mismo; las personas con mala energía tienden a ser despreciadas o rechazadas. Estar con alguien con mala energía es agotador y agobiante por el simple hecho de escucharlas hablar o estar cerca. En sentido coloquial les llamamos personas con “mala vibra”, tóxicas o de “mala leche”.

Somos seres vibrantes, energéticos. Por ello que poseamos un sistema energético o una red de sistemas energéticos; muscular, visceral, cardiovascular… encargados de controlar y suministrar la energía necesaria y suficiente para nuestro cuerpo. Y la energía se encuentra en el centro de cada una de nuestras células, las mitocondrias.

Del corazón hoy sabemos, por ejemplo; que la energía que de él emana es 50 mil veces mayor que la que surge de nuestro cerebro. Pero son los dos, corazón y cerebro, los encargados de generar nuestra energía vital. Ahora ya podemos considerar lo que Aristóteles había dicho; que es el corazón el centro de nuestro organismo y de nuestras principales emociones (lo más elevado de nuestra energía): el amor y el miedo. Sin quitarle a nuestro cerebro, por supuesto, la tarea de razonar y percibir sobre ello.

Quizá por ello que el corazón siga demandando y atrayendo tanta energía a la hora de hacer algo como enamorarse o tener miedo. El amor mantiene al cuerpo vital y energético, atractivo y dispuesto. Y no hay un mayor sentimiento que nos mantenga en dicha y en gozo, felices y generosos con aquello que amamos o al sentirnos amados.

Ser positivos o negativos demandará siempre una gran cantidad de energía. El miedo, cuando aparece para protegernos, será siempre positivo porque es el miedo el que nos permite reaccionar o contenernos ante una situación demandante o de peligro. Pero es una de las energías más negativas y devastadoras si de pronto aparece para bloquear y desestimular nuestra tarea y perspectiva de vida, estresando nuestro sistema simpático y desactivando nuestra área inmunológica (la que nos protege de enfermedades), lo que invariablemente alterará la homeostasis natural de nuestro organismo para sucumbir ante una enfermedad o desgracia.

La buena energía es resultado de los buenos hábitos, de las buenas costumbres: la higiene, los horarios dentro de su naturaleza circadiana, el trabajo (la pereza no ayuda), el buen descanso y los placeres sanos, la comida simple y adecuada, el buen sueño. De otro modo; tanto el cuerpo como nuestro cerebro sufrirán de agotamiento, de desánimo, de un estrés recurrente que invariablemente se convertirá en mala energía, actitud pesimista y conducta negativa.

La buena vibra siempre será producto de un cerebro en control y un cuerpo equilibrado, de la armonía y el amor por uno mismo y por todo aquello que pueda quererse del resto del universo.