Monseñor Gustavo Rodríguez señala que la Iglesia mantiene un camino pacífico desde el Evangelio, para que empleados y patrones se vean como verdaderos hermanos
El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, envió una felicitación a todos los niños, pues, aunque anteayer fue su día, seguramente ayer todavía los seguían celebrando en su familia. “Niños, niñas sean santos: nada da más gozo que la amistad de Jesús”.
También saludó a todos los obreros y demás trabajadores en el Día del Trabajo, y recordó la fecha del 1 de mayo en 1889, cuando se celebró el Congreso Obrero Socialista, así como a los Mártires de Chicago, que murieron defendiendo sus derechos laborales.
Mencionó que aquel movimiento enfrentaba a los patrones y a los trabajadores como enemigos irreconciliables, mientras que la Iglesia, con su Doctrina Social, ha mantenido un camino pacífico con motivaciones desde el Evangelio y toda la Sagrada Escritura, para que ambos sectores se vean y se traten como verdaderos hermanos actuando en la justicia y la caridad cristianas.
“El 1 de mayo de 1955, el papa Pío XII propuso a los obreros reunidos en la Plaza de San Pedro tomar a San José Obrero como su santo patrono; así desde entonces hoy se celebra a San José Obrero”.
“Jesús era conocido como ‘el Hijo del carpintero’, y él nunca se avergonzó de su padre en la tierra. No nos avergonzamos nunca de provenir de nuestros orígenes, mucho menos de un santo trabajador, como lo fue el señor san José”, indicó.
Dijo que el trabajo, más allá de la necesidad económica, está unido a la naturaleza humana, pues todo hombre se siente útil siendo productivo, teniendo la oportunidad de hacer algo por los demás.
“Ya lo he dicho en otras ocasiones: el trabajo es una oportunidad para servir a los hermanos, para alabar a Dios y para alcanzar diariamente nuestra santificación”, añadió.
Rodríguez Vega indicó que después de la resurrección de Jesús, los apóstoles sintieron la necesidad de volver un poco al trabajo de siempre, pues su labor evangelizadora comenzó hasta la llegada del Espíritu Santo.
“Es lo que hoy nos narra el Santo Evangelio según San Juan; Pedro tomó la iniciativa diciendo: “Voy a pescar”, y los discípulos que estaban con él le contestaron: “También nosotros vamos contigo” (Jn 21, 3). Hay que tener presente que el trabajo es al mismo tiempo oración si se ofrece y se realiza de manera honesta. Se puede trabajar sin interrumpir nuestra oración”, expresó.
Recordó que luego no pescaron nada, pero al amanecer Cristo se les manifestó desde la orilla del lago, pero no lo reconocieron. Les habló en forma muy familiar gritándoles: “Muchachos, ¿han pescado algo?” (Jn 21, 4). Fue hasta después de esta nueva pesca milagrosa cuando lo reconoció el apóstol San Juan, quien era el más joven”.
Les dijo Juan: “Es el Señor” (Jn 21, 7). Al escuchar esto, Pedro se lanzó al agua para llegar hasta la orilla nadando, pues no podía esperar más para encontrarse con Jesús. Era el discípulo amado quien reconoció a Jesús. Sólo quien ama al Señor y se sabe amado por él, podrá reconocerlo a cada paso en su vida.
El Arzobispo indicó que en el libro de los Hechos de los Apóstoles, en la primera lectura de ayer, hay una gran enseñanza, que debería ser una ley en la vida de cada uno.
“Cuando el sumo sacerdote les llamó la atención a los apóstoles preguntándoles por qué les habían desobedecido la orden de ya no predicar sobre Jesús, ellos respondieron por boca de Pedro: “Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres” (Hch 5, 29).
Texto: Darwin Ail
Foto: Cortesía