Por Marcial Méndez
Protagonizada por Zac Efron, Ted Bundy: Durmiendo con el Asesino (título original: Extremely Wicked, Shockingly Evil and Vile) es un recuento entretenido pero mediocre del proceso judicial al que fue sometido el epónimo criminal.
El filme, aunque intrigante y visualmente atractivo, no logra más que desarrollar su narrativa de una manera muy superficial: se mueve torpemente de un punto clave de la vida de Bundy a otro como si su guion fuera una lista de supermercado. Fuera de algunos vistazos poco reveladores a sus relaciones interpersonales, la cinta se enfrasca en adaptar los sucesos más destacados de la persecución y el juicio del susodicho, sin preocuparse demasiado por el cuidado con el que los hila o lo poco o mucho que aportan al tema central de la producción.
En resumen, la película no tiene mucho que decir. Su “mensaje” es básicamente una observación de que detrás de la máscara de normalidad de cualquiera de nosotros podría encontrarse una mente tan retorcida como la de Bundy. No hay análisis, no hay exploración, no hay incógnitas que la audiencia tenga que resolver; solo esa idea subdesarrollada y reiterada hasta el cansancio.
Si bien hay momentos en los que Ted Bundy: Durmiendo con el Asesino llega a ser particularmente interesante o a dar buenos golpes emocionales, la mayoría de las veces su fuerza se debe a lo cruento y verídico de la historia original y no a los esfuerzos de su adaptación.
Véanla solo si quieren palomear.