Temporada veraniega en Progreso: momentos inolvidables

Uno de los lugares favoritos de los yucatecos para pasar la época veraniega es la playa, y desde la fundación de Progreso la gente llegaba en carruajes, carretas, en caballo o a pie

A unos días de concluir con las vacaciones de verano y de que los niños y jóvenes regresen a las aulas el lunes próximo, vale la pena recordar cómo disfrutaban de estos días de asueto los meridanos del ayer, que tienen en Progreso, desde su misma fundación, uno de los lugares preferidos para gozar en familia de sanos momentos de convivencia y esparcimiento.

En su libro “En el Cráter Porteño”, el siempre recordado don Romeo Frías Bobadilla contaba que en los primeros años después de su fundación, al puerto llegaba la gente a través de una brecha que recorrían carruajes y carretas, lo mismo que gente a caballo y a pie, y entonces el primer centro veraniego estuvo en Yaxactun, que era un ranchito de pescadores.

Seis años pasaron después de que se colocó el primer riel en Mejorada, para que el 6 de septiembre de 1881 por primera vez llegara al puerto una locomotora con varias plataformas y un vagón de pasajeros. A partir del 15 de septiembre quedó formalmente inaugurado el servicio de Ferrocarril entre Mérida y Progreso, y durante muchos años esta fue la manera en la que los vacacionistas llegaban al puerto. Fue hasta el 1 de febrero de 1929 que se inauguró la carretera asfaltada.

En esos días se inauguraron también la avenida, el parque infantil Álvaro Obregón y el Malecón, que en la actualidad lleva el nombre del Cronista Vitalicio de Progreso, don Romeo Frías Bobadilla, quien recordaba que la mujer era muy recatada y portaba vestidos largos y una especie de calcetas llamadas “chapines”.

Sin duda que uno de los atractivos de ir a la playa, además de disfrutar de brisa de mar y de darse un buen baño de mar, en tiempos pasados era ir levantando en el recorrido las conchitas para llevarlas a casa como recuerdo o para regalar.

Antes salían a la playa cosas preciosas y raras con las que se podía formar un museo de conchitas con conchas de regular tamaño y diversas tonalidades, caracoles, caballitos de mar erizos, y piezas que forman la misma flora-fauna, además de que la gente se entretenía buscando los “hueches” y “lucunkanes”, que servían para pescar.

Según relata don Romeo, antiguamente la costumbre de los porteños durante la temporada vacacional era acudir desde muy temprano a disfrutar de las playas, así es que desde las 4 de la mañana comenzaba el desfile hacia el Malecón, y las mujeres y niños lo hacían como se acostumbraba entonces, envueltos con una sábana, mientras que los jóvenes lo hacían con pantalón y camiseta.

“A más tardar a las 5 de la mañana ya todos estaban en el agua, el baño siempre era al amanecer, nadie se quemaba por el sol al mediodía, así era la vieja costumbre”, recuerda don Romeo.

En cuanto a las actividades que se realizaban durante las temporadas veraniegas de épocas pasadas, sin duda que un atractivo muy especial era presenciar las carreras de lanchas, en las que una de las embarcaciones favoritas del público era “La pecadora”. También se realizaban regatas que organizaba la Escuela Modelo y los eventos de nado que patrocinaban las autoridades municipales y el comité deportivo del puerto de Progreso.

En estos eventos que se llevaban a cabo desde Uaymitun o Chicxulub a Progreso, participaban los mejores narradores de Yucatán, entre los que destacan Enrique Sanabria “El Longo”, “El Mudito” Vasconcelos, el profesor Palacios y Adán Solís, además de otros destacados deportistas como Miguel Ortega de Mérida.

“Entonces era una costumbre que el público siguiera los pormenores caminando sobre la playa desde Uaymitun a Progreso, pero lo más interesante del momento era su llegada al Malecón, donde miles de veraneantes rodeaban a los ganadores, los abrazaban y les daban palmadas en los hombros en reconocimiento a sus hazañas, ya que por la distancia recorrida se consideraba una proeza. Los nadadores tenían que contar con las máximas condiciones físicas y darse un baño de aceite antes de la prueba para no enfriarse”, escribió don Romeo, quien de esta manera nos traslada a aquellas mágicas temporadas veraniegas de antaño.

Por cierto que en una casa de madera, en las noches de temporada, se veía a un hombre alto, de tipo europeo y rostro adusto caminar con las manos entrelazadas por la terraza de uno a otro extremo para que la cena le hiciera digestión. Se trataba de don Avelino Montes, a quien en su momento se le consideró el hombre más rico de Yucatán.

Texto y fotos: Manuel Pool / Cortesía

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