El cierre de la administración estatal está resultando algo oscuro; asesinatos, robos, ejecuciones y como cereza del pastel hasta presunto saqueo de bienes públicos, todo ello rompiendo la imagen de estado seguro, tranquilo y de respeto a la ley, que tenía la conducción del “mejor gobernador del país”. Un simple maquillaje que se ha chorreado al terminar la fiesta.
¿Significa que el estado pacífico terminó por la llegada de otro partido al palacio de la calle 61? La respuesta es un rotundo No, simplemente se ha dejado de maquillar la situación, ya no tiene caso hacerlo, porque se perdió y es más conveniente dejar en evidencia las cosas para que el público asuma que es culpa de quienes tomarán posesión el próximo 1 de octubre, en seis días exactamente.
Pero aclaremos; no es que se esté desestabilizando a Yucatán a propósito, lo que ocurre es que ya no es necesario mantener la fachada. La inseguridad ha estado ahí, pero se escondió.
Agreguemos que en este sexenio además se habló del reconocimiento como el “Mejor Gobernador del país” y se puso en marcha el “Escudo Yucatán”, con un millonario presupuesto, pero se minimizaron hechos que decían lo contrario. A estas alturas ¿alguien recuerda el caso de las casas detectadas en la ciudad, que eran viveros para cultivo de mariguana? ¿Alguien recuerda cuántos asaltos y homicidios han ocurrido? ¿Y feminicidios? ¿Y los robos a casa habitación?
Es absurdo hablar de un estado tranquilo cuando los habitantes de la capital padecen de constantes robos sin que sirva de mucho la policía. Es ridículo decir que tenemos una entidad segura, cuando en las poblaciones del interior del estado hay homicidios, enfrentamientos de adolescentes a cuchilladas, robos a oficinas públicas y hasta ejecuciones, como la ocurrida el fin de semana en Chicxulub.
“¡Ah, pero se detuvieron a los presuntos homicidas!”, alegarán los apologistas del actual gobierno, pero el caso no es capturar, sino evitar que se cometan los ilícitos. Un escudo sirve para proteger, evitar el daño, pero ese “Escudo Yucatán”, sólo ha servido para el ejercicio de mil 500 millones de pesos, pero que no evita que se cometan delitos.
Un chiste surgido en los años cincuentas en el país, decía que Yucatán era un mundo aparte, un refugio ante eventualidades y por ello “si se acaba el mundo, me voy a Yucatán”. Ahora la mirada está puesta en la región, pendientes de cuánto tiempo permanecerá esa ilusión de estar libre de la violencia. Ojalá que en verdad no haya sido un maquillaje que ahora se chorrea al terminar la jornada.
Hasta la próxima…