Thaler y el bowl de papas – Por María de la Lama Laviada

Las investigaciones de economía conductual que le valieron a Richard Thaler el Premio Nobel de Economía 2017 son polémicos: construyen un puente entre la psicología y la economía, pero a la vez rompen con aspectos importantes de ambas tradiciones académicas. El nombre de la filosofía política que se deriva de su teoría insinúa por qué es controversial: paternalismo libertario. Para los libertarios no hay peor crimen que el paternalismo, y para los defensores del paternalismo, que el libertarismo. Pero dice Thaler que el concepto no es contradictorio. Y digo yo que Thaler logra incluso conciliar aspectos de distintas disciplinas (economía, psicología, filosofía) al reparar en sus respectivas fibras sensibles. Propongo esta, muy simplista, caricatura de la ubicación de Thaler en la historia de estas disciplinas académicas.
Los intelectuales del siglo pasado le declararon la guerra a la racionalidad. Psicólogos, historiadores y filósofos se dedicaron a señalar las limitaciones de la razón humana: el subconsciente, el lenguaje, la voluntad de poder, el deseo, la retórica. Insistieron en que el proyecto de la ilustración era ingenuo porque no somos las personas autónomas y bien intencionadas que creíamos: tenemos una parte sesgada, incontrolable, que nos impide conseguir nuestros verdaderos objetivos o los de la sociedad. En resumen, somos bastante irracionales.
Esta imagen del individuo corrupto y vicioso llega a la política con la izquierda: el individuo no es de fiar. Si convivimos libremente, chocamos; por lo tanto, el Estado debe controlarnos y decirnos qué hacer (en qué trabajar, qué comer, qué estudiar); solo así podemos lograr una sociedad funcional. Aunque el obrero no sabe que le conviene la revolución; debemos imponerla. Este paternalismo autoritario, que prohíbe y prescribe a los ciudadanos, implica guerra al capitalismo, que es el sistema de la libertad. Hay que domar y limitar la libertad de ese ser humano irracional que no sabe escoger lo que le conviene a él o a los demás.
Pero el socialismo, las economías paternalistas administradas por el Estado, fracasaron por ineficientes.Y, aunque sectores de disciplinas como la filosofía o la psicología se atoraron en el subconsciente, la economía retomó la premisa de que todos tomamos decisiones racionales que maximizan la utilidad, y se construyeran partir de ella modelos teóricos y matemáticos para explicar los mercados y prever sus movimientos. La política se ciñó otra vez a la economía clásica, con el argumento de que el libre mercado funciona mejor para satisfacer las necesidades de la mayoría que cualquier otro sistema.
Pero resurge siempre la duda de si realmente el capitalismo absoluto, la libertad regulada solo por el mercado, resulta en el outcome más deseable. Gracias a este sistema tenemos problemas graves como el calentamiento global, la obesidad, la adicción a las drogas. O problemas más delicados, pero para muchos muy preocupantes, como la ausencia de originalidad en la música popular actual, en el cine o en el arte en general. ¿Es racional la persona que se muere de cáncer de pulmón o de obesidad? ¿Y es racional que acabemos con la creatividad porque lo simple y conocido es más cómodo?
¿Cómo tomar en cuenta tanto los peligros como las ventajas de la libertad? Ante esta pregunta, aparece Thaler con el paternalismo libertario. Lo que propone Thaler, a grandes rasgos, es una economía libre, que dé cuenta de la eficiencia del sistema capitalista en el que cada quién toma sus decisiones, pero considerando (recogiendo la herencia de la psicología) que nuestra razón es imperfecta. Por eso introduce el paternalismo: si sabemos que a la gente le conviene más no fumar que fumar, ¿es un insulto a la libertad alarmar al fumador con dibujos y frases disuasivas en las cajetillas de cigarros? ¿o poner la comida chatarra en zonas incómodas del súper? Somos libres para tomar la decisión que queramos, pero con estos “empujoncitos” (nudges) contrarrestamos los sesgos psicológicos que nos impiden tomar la decisión que más nos conviene.
La teoría es poco atractiva, tanto para los defensores más radicales de la libertad, como para los grandes sectores de la sociedad que, asqueados por los problemas del capitalismo, siguen colgándose con fe del paternalismo autoritario. A los estos últimos les pregunto si creen que debemos prohibir la comida chatarra, dado que la obesidad causa muchas más muertes al año que el consumo de drogas ilegales. Y frente al liberalismo me pregunto si podemos sostener que somos totalmente racionales y exigir absoluta libertad, mientras rogamos que nos quiten las papas de enfrente.

 

Por María de la Lama Laviada*
mdelalama@serloyola.edu.mx

* Yucateca. Estudiante de Filosofía en la Universidad Iberoamericana.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *