Sentirse un pájaro, así como sumergirse en un refrescante cenote, son algunos de los placeres que la gente puede disfrutar en un rincón del Pueblo Mágico de Valladolid, según testimonios publicados en redes sociales.
Si bien es cierto Yucatán “se parece a Comala”, como lo describió Juan Rulfo en su novela Pedro Páramo, pues “está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno”, también Dios nos dio un regalo: cientos de cenotes.
De acuerdo la leyenda urbana, el visitante que toma agua de pozo “tarde que temprano regresa a esta tierra de ilustres trovadores y manos mágicas que guisan deliciosos manjares”.
En Valladolid, en este rincón de la patria como diría el periodista José Camerino Márquez, existe la hacienda Selva Maya, donde se puede disfrutar de la tirolesa de un cenote.
Indiscutiblemente, los amantes de la aventura cuentan con más opciones para divertirse, como es la tirolesa, para deslizarse con los brazos abiertos en un largo cable de acero por arriba de una abundante vegetación.
La Sultana del Oriente cuenta con numerosos cenotes, que cuando alguien comienza a nadar y termina aclimatándose, no quiere salir y, como se sabe, la recomendación es usar siempre un chaleco salvavidas, y no solamente en estos cuerpos de agua, sino hasta en la playa.
También, se pueden ver algunas aves y animales. Un veterano guía de turistas y especialista en aves decía “te presento al oriol, ¿lo conoces?”, pues los visitantes conocerán una amplia variedad de estos animales.
Cabe destacar que para pasear por Valladolid lo primero que se recomienda es comprarse un sombrero y luego disfrutar de sus lugares, calidez de su gente y sus deliciosos lomitos y longaniza de Valladolid.
No faltará quien acompañe este recorrido con un libro, aunque los numerosos lugares para visitar harán que difícilmente pueda terminar de leer un capítulo.
Texto y foto: Darwin Ail