Tradición oral con el color de la flor de cempasúchil

Armada con sus ilustraciones, Isela Xospa lucha para preservar el náhuatl y su invaluable patrimonio cultural desde Milpa Alta, donde esta lengua indígena pierde parlantes cada día.

En entrevista con Efe, la artista cuenta su viaje de ida y vuelta. Nació en Milpa Alta -una de las 16 alcaldías de la Ciudad de México- y, tras emigrar a Nueva York y pasar allí más de una década volvió a su lugar de origen con el objetivo de preservar la tradición oral en una colección de libros ilustrados.

Hace poco vio la luz el primer volumen de esa colección: “In miqui yoli. El muerto vivo”, un libro editado usando únicamente dos tintas: negra y naranja, el color de la flor de los muertos, el cempasúchil.

El libro narra la historia de un enterrador que volvió a la vida gracias a las ofrendas puestas por los habitantes del pueblo en el tradicional Día de Muertos.

“Es una colección de historias locales que Luz Jiménez, una indígena de Milpa Alta, le contó a ella”, precisa Xospa.

En esta nueva edición, con textos en náhuatl y español, regresan personajes como el enterrador Pedro, familias nahuas típicas de la región, el niño que descubre que Pedro ha vuelto a la vida o incluso la Muerte.

Todos ellos ilustrados en el particular estilo de la artista, que se deshace de las convenciones estéticas que tiene el cuerpo y dibuja a todos con forma cúbica.

La idea de dibujarlos así llegó a partir de observar “que en México las publicaciones indígenas o con temas indígenas, aunque ahora han cambiado un poco, estaban muy estereotipadas”.

“No me gustaba y dije: ¿cómo hacer para que salga del estereotipo indígena? Si te fijas, (la persona) es un cubo y ese cubo igual se vuelve blanco, rojo, rubio, grande o chiquito. No hay gordo, no hay flaco, no hay forma pero es una persona”, explica.

En el particular mundo de Xospa, los árboles, las montañas o las nubes tienen rasgos humanos, acorde con la cosmovisión nahua, quienes defendían “un equilibrio con el medioambiente”.

“En la cosmovisión nahua todo es una persona, parte de eso está en las cosas que hago: el volcán tiene una cara, la nube tiene una cara, porque son personas”, incide.

Esto es solo un ejemplo de un modo de ver el mundo -la que reside dentro del idioma náhuatl- que Xospa se obstina “en reivindicarlo, en traerlo de nuevo a la vida social”.

Los niños deben ser los principales receptores de esto, pues de ellos dependerá a la larga que la lengua se preserve, que las tradiciones se sigan transmitiendo. Para la ilustradora, cuando muere una lengua, muere toda una forma de ver el mundo.

Esta pasión por las raíces, por los pueblos originarios de México, parece estar cada día más esquilmada, con escaso interés para los gobernantes y ciudadanos del país. Sin embargo, estas lenguas sí parecen despertar el interés de lingüistas e investigadores de Estados Unidos o algunos países de Europa.

Texto y fotos: El Universal

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