CARLOS HORNELAS
carlos.hornelas@gmail.com
Este año, el Comité organizador ha comunicado su decisión de otorgar el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades al filósofo surcoreano/alemán Byung-Chul Han (1959). Dicho galardón es considerado uno de los más importantes y prestigiosos del mundo iberoamericano, consistente en un monto de 50 mil euros y una escultura del finado artista Joan Miró.
Los méritos encontrados en el ensayista y filósofo tienen una relación directa con el contenido de su obra, que, para algunos, no es tan original en sus planteamientos, pero que tiene la virtud de la prosa que no indigesta y de ser vehículo de divulgación de un pensamiento crítico y disidente de la época contemporánea, sumida en el sopor del optimismo, el hiperconsumismo, el positivismo y la autoafirmación de la identidad a través de la digitalización de su persona en la red.
Han, en su juventud y harto de su vida en Corea, se mudó a Alemania para hacer carrera. Originalmente, le dijo a sus padres que estudiaría ingeniería, pero llegando a tierras germanas se decidió por estudios en filosofía, a pesar de desconocer la lengua de su nuevo lugar de residencia y tener una idea bastante vaga de lo que implicaba la materia de su elección.
Sus obras se distinguen por su brevedad: las más extensas rebasan el ciento de páginas. Pero están llenas de frases que, en su aparente simplicidad, se revelan profundas y densas. Como si se tratase de una especie de pliego compacto por los dobleces, que parece diminuto. Pero que al extenderlo, despliega una serie de diminutos detalles que al contemplar con atención, muestran nodos de relaciones entre muchos conceptos provenientes de diversos campos.
La obra de Han gira en torno a la reflexión sobre la libertad, o mejor aún, el concepto de libertad entendido desde occidente en la época presente. Para Han el individuo es un sujeto nuevo. Un sujeto que está sometido, es decir, que está sujeto a la lógica del rendimiento.
En lo personal, esto me hace pensar mucho en los actuales gurús de los ámbitos del emprendedurismo y los mánagers que parecen sustituir a los chamanes y líderes religiosos y que pontifican sus ideologías como si se tratara de revelaciones divinas a quienes les adoran como al becerro de oro. Se ha negado otra posibilidad de realización del individuo que no pase por el rendimiento productivo. Hoy más que nunca parece mejor ser productivo que ser feliz.
Así lo evidencian las nuevas tendencias de aquellos que quieren normalizar jornadas de más de ocho horas laborales y que niegan la esfera humana del trabajador. Que ven al propio trabajo no como una fuente de dignificación y búsqueda de sentido, sino como una actividad encaminada a seguir el ritmo impuesto por las máquinas que no descansan, no se quejan y que al parecer producirán robots que no se deprimen y siempre estarán de buenas y sonrientes.
La nueva dictadura del capitalismo de vigilancia que describe Han, se distingue de las anteriores porque las fuerzas represoras no vienen de afuera hacia el sujeto, sino desde dentro del mismo hacia afuera. Para Han la patología social actual reside en que, desde la libertad individual, el sujeto ha decidido “optimizarse” para ser más productivo y con ello, se ha preparado para autoexplotarse sin necesidad de un amo que le exija desde fuera. Por ello, siempre está agotado, rendido. Vivimos en una “Sociedad del cansancio”, como se titula una de sus obras.
Este libro, quizás, puede ser la puerta de entrada a la obra de este ensayista que destaca por su actualidad. Se puede estar o no de acuerdo con él, pero vale la pena echar una leída.