Una calle histórica de abolengo

La calle 59 de Mérida es una de las más antiguas de la ciudad, pues se construyó desde la fundación de la urbe meridana en el siglo XVI. Su trazo y desarrollo se marcó cuando el gobernador Lucas de Gálvez transformó la urbe mediante una tarea de reordenamiento en la última década del siglo XVII, y a partir de ese momento inició el proceso de construcción de importantes haciendas y quintas.

La transformación de esta importante arteria de la capital yucateca ha sido muy marcada. Al principio era sólo un camino polvoriento, pero hoy es una vital vía del centro de la ciudad. En los dos últimos siglos esta calzada vino a convertirse en una auténtica avenida donde se construyeron importantes mansiones que hoy pueden ser contempladas aún con su distinguida presencia.

De acuerdo con datos extraídos del libro “Historia de Yucatán, desde la época más remota hasta nuestros días”, de Eligio Ancona, publicado en 1878, la vía era el “Camino de Santa Catarina”, el cual llevaba a las ruinas de un templo con el mismo nombre, e iba desde la calle 59 con 72 hasta cruzar con la 94.

Previamente en algún momento de la historia de la ciudad, en el siglo XVII, el tramo de la calle 60 hasta la 72 se llamó “Camino real de Santiago” y en ella se encontró un templo, que hoy ha desaparecido, al que se le dio por nombre La Sacra Familia, Jesús, María y José.

Para los años 1840-1850, la calle tomó una mayor importancia y con ello, paso a ser la vía de salida hacia el puerto de Sisal, punto importante por donde se recibían y salían mercancías a Mérida vía marítima y con ello, la construcción de importantes mansiones y casas señoriales que hoy visten silentes a esta vital arteria de la capital yucateca.

La calle 59 tuvo un momento escénico cumbre cuando la Emperatriz María Carlota Amelia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia-Coburgo-Gotha y Orleans, Princesa de Bélgica, Lorena y Hungría, Archiduquesa de Austria, condesa de Habsburgo y Virreina consorte de México, vino a Yucatán el 22 de noviembre de 1865, motivo por el cual esta calle se llenó de flores y guirnaldas, fue decorada y embellecida para dar paso a la carroza de tan distinguida visitante.

Con todo ello, el antiguo barrio de Santiago fue el motivo por el que esta importante calle también  cumpliera una importante función, ya que permitió ser el eje de una de las principales calles y vías para cruzar la ciudad, lo que la convirtió en una calzada de primera línea en la transformación de la ciudad desde tiempos prehispánicos.

A su vez, los antropólogos José Fuentes Gómez y Magnolia Rosado Lugo, en su libro “Mérida, el azar y la memoria”, al establecer dentro de la ciudad a Santiago, hacia el siglo XVII, señalan: “Se ubica cuatro cuadras al oeste y una al norte de la plaza, su plazuela era el límite oeste de la calle de la plazoleta de Mérida, -actual calle 59-; a sus flancos estaban la propiedad jesuita donada por Martín de Palomar, los patios traseros de las casas del cabildo y gobierno y algunas de las más elegantes residencias de los encomenderos”.

Los mismos autores afirman que después de 1660 se inició un proceso de expansión hacia las afueras de la ciudad, que afectó a Santiago, ya que los solares que rodeaban la plazuela y la iglesia fueron ocupados por los españoles.

En la iglesia de Santiago fue enterrado el corazón de uno de los primeros obispos de Yucatán, Fray Luis de Piña y Mazo, quien murió en 1795. Así consta en una lápida de piedra, escrita en castellano antiguo, empotrada en el muro norte del presbiterio del templo.

En el interior de la iglesia de Santiago, donde se supone estuvo la capilla abierta o “de indios”, en el costado sur del presbiterio -sitio habitual del Cristo de la Transfiguración- hay una placa de piedra empotrada en uno de los muros que indica que en ese recinto se celebró la primera misa de la ciudad, y que el recinto fue destruido en 1916 por la “agitación política sectaria”.

La consecuencia de la integración de un pueblo como barrio de la ciudad fue la presencia de otras etnias distintas a las autóctonas y europeas, como las mezclas de pardos, mestizos y criollos, varios de los cuales “eran gente calificada: carpinteros, sastres, barberos, herreros y otros eran sirvientes”.

Junto con otros barrios como Santa Catarina, San Sebastián y San Cristóbal, tuvieron sus gobiernos propios, no estaban sujetos a ninguna encomienda y sus tributos los pagaban directamente en la Real Hacienda.

Santiago es célebre porque el Camino Real llevaba hasta Sisal, el gran puerto de Yucatán, mucho antes que Progreso de Castro le quitara el título. Su fiesta de la Cruz y sus ferias hablan de la vida tan activa que se desarrollaba en este barrio.

La iglesia es parte importante del núcleo de un barrio. De acuerdo con la leyenda grabada en un arco de la entrada principal del templo, se supone que se terminó de construir en 1637.

En los umbrales del presente siglo fue inaugurado otro escenario que si bien fue un sitio de horror y desesperanza permitió a la calle 59 establecer un punto de partida para el progreso, la construcción de la penitenciaría Juárez y la construcción del Paseo del Centenario, obras que dieron un rostro diferente a este camino, para convertirlo en una de las más notables y activas avenidas de la ciudad.

Inalterable durante muchos años, la calle 59 vio entonces su momento de transformación: importantes casonas se construyeron, como la Quinta Iturralde (hoy un súper mercado), enfrente la Quinta Loreto, con ellas otras tantas residencias de importantes empresarios, músicos y artistas.

Todo ello para llegar hasta la plazoleta de Santiago, que experimentó varias transformaciones en la década de los veintes que hicieron más agradable el panorama del barrio. La apertura de nuevos comercios y establecimientos y la construcción del mercado aceleraron el desarrollo de ese rincón meridano.

Las salas cinematográficas también formaron parte -como hasta ahora- del ambiente alegre y dinámico de un barrio lleno de recuerdos. En 1914, en el costado poniente del parque se inauguró el cine Frontera, en el mismo sitio donde, a principios de siglo, funcionó un hotel de igual nombre. A partir de noviembre de 1924, el salón cinematográfico se denominó Rialto.

En 1915 abrió sus puertas al público el Salón Apolo, fundado por la empresa Juan Gálvez Torre y Cía., al norte de la plazoleta. La fachada del teatro, donde no sólo se exhibían películas, sino también espectáculos de zarzuelas y operetas, representaba el rostro de un payaso con una enorme boca abierta, que era la entrada. En 1922 se convirtió en el cinema Rívoli y después de muchos años se le cambió el nombre a Rex, como hasta la fecha.

Muchas de las mansiones que aún se conservan llenan de momentos históricos y de pasajes anecdóticos a la ciudad, en la calle 59 entre 74 y 76 en su costado sur. Todavía permanece la casa que habitó el gobernador más importante de Yucatán, Felipe Carrillo Puerto, hoy una sala de pompas fúnebres, también un poco más al poniente, y cruzando la calle, está la casa donde vivió el empresario tabasqueño José María Pino Domínguez, propietario fundador de la empresa Sidra Pino.

La calle 59 tuvo un nuevo impulso en 1950 cuando se registró la visita del entonces presidente Gustavo López Mateos, quien autorizó la construcción de la Facultad de Medicina, de la Universidad de Yucatán, y del rastro que se ubicaría en la recién bautizada avenida Internacional- Itzáes-Benito Juárez-Aeropuerto, para tomar un nuevo y moderno desarrollo.

Entre 1982 y 1984 la plazoleta experimentó algunas remodelaciones. Se erigió una tribuna para los espectadores, se pavimentó con ladrillos rosados las avenidas, y las calles adyacentes a la iglesia, específicamente las del norte y sur, fueron mejoradas y cerradas al tránsito.

Algunos personajes que nacieron o residieron también en alguna época en ese barrio y vivieron sobre la calle 59, se han ganado un sitio en la historia. Entre ellos figuran el prócer y benemérito del estado Gral. Manuel Cepeda Peraza, el actor Arturo de Córdova (Arturo García Rodríguez) y el compositor Guadalupe Trigo (Alfonso Ontiveros). Mons. Crescencio Carrillo y Ancona, obispo de Yucatán, vivió también parte de su infancia en el suburbio, igual que el destacado pedagogo Rodolfo Menéndez de la Peña, entre otros.

 

José Cortazar Navarrete

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