Por Eduardo Ancona
El caso de Florence Cassez ha sido uno de los escándalos judiciales y mediatices más sonados de lo que va del siglo XXI mexicano. El ruido causado por la detención de unos supuestos secuestradores transmitida “prácticamente en vivo” en varios noticieros matutinos que luego se reveló un montaje, causó un revuelo público que sólo se opacó cuando once años después la Suprema Corte de Justicia de la Nación otorgó un amparo liso y llano a Cassez, lo cual -en lenguaje también llano- representó su inmediata libertad y su regreso a la france.
El juicio de la opinión pública fue contundente: secuestradora puesta en libertad por la Corte mexicana por esas razones inexplicables por las que cosas así pasan en México. Sin embargo, el juicio de a deveras, el judicial, fue infinitamente más complejo. El proyecto de Olga Sánchez Cordero por el que se liberó a Cassez argumentaba esencialmente esto: el proceso contra Cassez tan viciado y plagado de toda clase de irregularidades y violaciones a los derechos humanas que contaminaron todas las pruebas desde su detención, por lo cual era materialmente imposible juzgarla con elementos confiables para saber si era culpable o inocente. Lo que el ministro Zaldívar llamó “el efecto corruptor”. Por tanto, atendiendo a la presunción de inocencia -todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario-, Cassez fue puesta en libertad sin que la Corte se pronunciara sobre su responsabilidad.
Más allá de coincidir o no con el razonamiento de la Corte este se sustenta en la premisa de que el desastre del manejo del caso fue tan grande para hacer inservibles o insuficientes las pruebas que recabó. Es decir, que todo el acervo probatorio está, efectivamente, contaminado. Lo cual conduce a la tarea titánica de leer el expediente del caso. Para evitar la molestia al respetable público, Jorge Volpi escribió un libro valiosísimo. Una novela criminal es una “novela sin ficción” que da cuenta minuciosa de una historia hollywodesca. Este libro es la historia del caso Cassez de principio a fin y la mejor vía para conocer de manera detallada y profunda los vericuetos, hechos, mentiras, verdades a medios e incógnitas generadas por este caso sin tener que dejar media vida para sumergirse en la aridez de un expediente judicial de miles y miles de fojas útiles escrito en el odioso lenguaje de juzgado. Este texto de género bastardo entre reportaje y novela (tomando prestado el concepto de un conocido cazador de auroras boreales) hace una aportación tan rara como valiosa: ofrece al lector común la oportunidad de adentrarse en uno de los casos más importantes de la justicia mexicana.