Jesucristo en el Evangelio de San Mateo en su capítulo 25 y versículo 13 nos dice la siguiente frase: “Velad y orad porque no sabéis el día ni la hora”, esta es una advertencia que podemos aplicar de dos maneras, ya sea sobre el fin del mundo o bien, para la preparación de la muerte.
No se trata de alarmar sino de encontrar el verdadero sentido al mudo y a nuestra propia existencia.
Con respecto al fin del mundo, no podemos conocer el momento exacto de cuándo va a suceder, en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni los mismos ángeles del cielo, ni siquiera el Hijo de Dios. Solamente el Padre lo sabe (Mt. 24, 36 y Mc. 13, 32). Jesús no quiso dar la fecha, ni el día ni la hora. “A ustedes no les toca saber cuándo o en qué fecha el Padre va a hacer las cosas que solamente Él tiene autoridad para hacer” (Hch. 1, 1-7).
Con esto, Jesús condena enérgicamente la tendencia de fijar el día y el año del fin del mundo. Por supuesto que la fecha exacta tiene algo de excitante y llama siempre la atención. Pero el fijarla es simplemente una mentira y un engaño, porque nadie la sabe. Jesús no quiso satisfacer nuestra curiosidad, sino que quiso comunicarnos algo mucho más profundo.
La Biblia, hablando del fin del mundo, siempre dice que debemos estar preparados. Aunque no sabemos la fecha, este día vendrá como un ladrón en la noche: “Ustedes, estén preparados, porque cuando menos lo piensen vendrá el Hijo del Hombre”, dice Jesús (Mt. 24, 44). “El día del Señor vendrá cuando menos se espera, como viene un ladrón de noche” (2 Pedr. 3, 10; 1 Tes. 5, 2 y Apoc. 16, 15).
El apóstol Pablo, después de haber reflexionado mucho, anuncia también un tiempo de espera. Antes de la venida de Cristo deben pasar tres cosas:
El anuncio del Evangelio ha de llegar a todas las naciones. “Y este mensaje del Reino será predicado en todo el mundo para que todas las naciones lo conozcan; es entonces cuando vendrá el fin” (Mt. 24, 14).
Al final de la historia, Israel se reconciliará con Cristo y se salvará. “Una parte de Israel se va a endurecer hasta que la totalidad de los paganos hayan entrado, entonces todo Israel se salvará” (Rom. 11, 25).
Finalmente, antes de la venida de Cristo ha de producirse “la apostasía general”, o sea, habrá una crisis religiosa a escala mundial, ha de venir el Anticristo. “No se dejen asustar por ningún mensaje espiritual como si fuera el día del Señor que ya llegó. Antes de este día tiene que venir primero la rebelión contra Dios, cuando aparezca el hombre del pecado que se sentará en el templo de Dios y será adorado, llegará con mucho poder y con señales y milagros mentirosos. Usará toda clase de maldad para engañar” (2 Tes. 2, 1 -12).
No podemos esperar pasivamente el retorno de Cristo, el juicio final, la Resurrección general, la instauración total del Reino de Dios. Esta esperanza es el motor de la historia. Lo que Dios comenzó en Jesucristo urge que lo pueda cumplir y nosotros debemos ahora remover los obstáculos. La segunda Venida de Cristo al final de los tiempos (Mt. 24, 3) es el momento del juicio final, de la resurrección general y de la instauración definitiva del Reino de Dios. Nuestra esperanza tiende hacia ese cielo nuevo y esa tierra nueva. Por eso la Biblia termina con estas palabras de espera: “¡Ven, Señor Jesús!” (Apoc. 22, 20), que repetimos en cada celebración de la Eucaristía después de la consagración y en la que todo el pueblo contesta: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección, ven, Señor Jesús”.
Por Roberto Atocha Dorantes Sáenz*
robertodorantes01@gmail.com
* Ejecutivo de ventas, pero ante todo un hombre de fe inquebrantable. Experto en teología y filosofía.