Las protestas estallaron el lunes en Caracas, la capital de Venezuela. Cientos de jóvenes marcharon por las calles indignados por los resultados de unas elecciones presidenciales en las que el presidente en funciones, Nicolás Maduro, se declaró ganador a pesar de las acusaciones generalizadas de fraude y proclamó de manera oficial que las elecciones estaban decididas sin hacer público el recuento completo de votos.
Estados Unidos y países de todo el mundo denunciaron los resultados oficiales de la votación del domingo, que no parecían coincidir con las proyecciones estadísticas sustentados en recuentos parciales y otros datos que mostraban que el presidente perdía por un margen amplio.
Ayer por la tarde, el gobierno venezolano anunció que había expulsado a las misiones diplomáticas de siete países latinoamericanos que habían condenado los resultados electorales oficiales.
Por su parte, la líder de la oposición, María Corina Machado, anunció por la noche que su movimiento había recibido las actas del 73 por ciento de las mesas electorales del país y refutó las afirmaciones del gobierno. Estos resultados apuntaban a que el oponente de Maduro, Edmundo González, había recibido 3,5 millones de votos más que el presidente. Calificó el margen de “matemáticamente irreversible”.
La decisión de la autoridad electoral de declarar la victoria pero no hacer públicos los resultados detallados de la votación, como había hecho habitualmente en elecciones anteriores, intensificó la sensación entre muchos venezolanos y observadores internacionales de que las elecciones habían sido, en efecto, robadas.
Pero Maduro pareció atrincherarse y su gobierno anunció que estaba investigando a los principales líderes de la oposición, acusándolos de hackear los sistemas informáticos electorales.
El lunes por la mañana, varias manifestaciones esporádicas en las barriadas de Caracas se intensificaron a lo largo del día, a medida que los residentes indignados por los resultados de las elecciones se dirigían hacia el centro de la capital, llegando a zonas en las que no se habían producido disturbios políticos desde hacía más de dos décadas.
Grandes grupos de hombres jóvenes caminaron más de ocho kilómetros por las calles principales, arrancando afiches de la campaña de Maduro y coreando “¡nos robaron!”.
Otro grupo de cientos de personas trató de llegar al palacio presidencial, encendiendo neumáticos en el camino. Los grupos organizados progubernamentales respondieron disparando al aire y la policía lanzó gases lacrimógenos para dispersar las protestas.
Los manifestantes intentaron llegar a la sede del organismo electoral en Cumaná, a unos 400 kilómetros al este de la capital, pero la Guardia Nacional se los impidió.
Las controvertidas elecciones volvieron a centrar la atención en el enfoque del gobierno de Biden a Venezuela, cuyas negociaciones con el gobierno autoritario y la flexibilización de las sanciones impuestas a la vital industria petrolera del país habían contribuido a allanar el camino para la votación del domingo. Por el momento, el gobierno ha declarado que no se plantea revocar ninguna licencia para vender petróleo.
La gestión de Biden afirmó que el gobierno de Maduro se arriesga a un aislamiento diplomático a medida que más países —incluso algunos aliados clave— cuestionan la falta de transparencia de unas elecciones que parecen violar las normas internacionales.
La autoridad electoral aún no ha publicado ningún resultado en su sitio web, rompiendo con la tradición. Además, en muchos centros de votación, los funcionarios electorales y los soldados impidieron que los testigos de mesa de la oposición recibieran un recuento de los resultados en físico, en contra de la normativa y de los precedentes.
Maduro recibió el apoyo de líderes políticos aliados en Cuba, Serbia, Nicaragua, Rusia, Bolivia y Honduras, quienes celebraron su victoria. Irán y China también lo felicitaron por su victoria.
Sin embargo, en toda América Latina, los líderes de Brasil, Colombia, Uruguay, Perú, Panamá, Costa Rica, Ecuador, Argentina y Guatemala denunciaron los resultados.
Texto y foto: Agencias