Violencia en el Estadio

La semana pasada se enfrentaron en la cancha los equipos de fútbol Rayados y Tigres en Monterrey, en el clásico regio 117. Sin importar el resultado de la contienda, lo tristemente destacable del encuentro ocurrió antes del partido en las inmediaciones del Estadio. Por un lado, una persona tomó una calle en sentido contrario con el fin de arrollar a fanáticos de Tigres mientras por otro flanco un hombre fue severamente golpeado por una multitud que llegó al extremo de clavarle un puñal dejándolo severamente herido.

Los medios de comunicación, desde entonces, han establecido diversas hipótesis para tratar de explicar quién es el responsable de la violencia en los estadios. Si es propiciada por los propios equipos, por la liga, por las televisoras, por los grupos de fanáticos u otros intereses. No obstante, cabe mencionar que este hecho, se suma a tantos otros de las mismas características y con mayor frecuencia en el último año.

Tal vez no tiene nada que ver, pero también en el último año se incrementaron en el país los inten-tos de linchamiento de diversos sujetos presuntamente transgresores de la ley. Como por ejemplo el del 19 de septiembre en Acatlán, Puebla, en el cual se quemó vivos a dos albañiles y se transmitió en directo a través de las redes sociales por los pobladores que contemplaban con el celular en la mano su agonía. O el del 11 de septiembre en el cual un hombre fue acusado de robar a un infante en la Ciudad de México y fue ultimado por una turba de 300 personas a golpes en la vía pública.

Puede ser que no esté relacionado, pero en las últimas semanas se hizo perfectamente visible la actividad porril en la máxima casa de estudios: petardos, bombas molotov, hordas de golpeadores que amagan, agreden, maltratan y lastiman a estudiantes dentro de un campus que debería ser dedicado a actividades académicas, no al circo del amedrentamiento, el abuso y la represión estu-diantil. No solo en la UNAM, en las llamadas “novatadas” de la Normal Mactumatzá en Chiapas vimos un muerto y dos heridos graves.

Quizás no venga a cuento, pero la sangrienta elección de este año fue reportada caso por caso por la consultora privada Etellekt, quien sumó 112 políticos asesinados y 401 agresiones globales alrede-dor del país. Quienes reportan esos sucesos, el gremio periodístico también fue trastocado. En el 2018 la cuenta de periodistas muertos suma 11, el último en la lista es Mario Leonel Gómez de Chiapas y ningún caso ha sido resuelto.

Habrá quien considere ocioso traer a la memoria que en la última semana se han descubierto en Veracruz fosas clandestinas de cadáveres y se difundieron 800 fotos de las prendas que portaban. Ha salido a la luz que el Instituto de Ciencias forenses de Jalisco transportaba 144 cuerpos en dos tráileres que ya no tenían cabida en sus instalaciones.

No creo que tenga conexión alguna, pero el 2017 fue declarado el año más violento del que se ten-ga registro en México. En diciembre, la SEGOB dio a conocer la friolera cifra de 25,339 carpetas de investigación por homicidio intencional, con un incremento del 23% con respecto al año anterior. Las cifras para este 2018 tienden a romper ese récord.

Y luego nos preguntamos ¿por qué habrá violencia en los estadios?

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