¿Viviremos mil años?

Mario Barghomz

mbarghomz2012@hotmail.com

En el particular mundo donde hoy nos desenvolvemos, siete mil años después de las primeras culturas, y apenas dos mil quinientos luego del apogeo de la cultura griega que es la que le da nombre hoy al arte, la educación, la filosofía y la ciencia en Occidente; el tema de la vejez sigue siendo un gran tabú.

¿Por qué envejecemos? Los dos mitos más populares (uno más que el otro) hablan de “desobediencia”; de aquello que los primeros hombres nunca debieron de haber hecho y, sin embargo, hicieron. Hablamos de Adán en el mito judeo-cristiano, y de Prometeo en el mito griego.

Según los relatos los dos figuran como los primeros padres de los hombres que eran de los dioses primogénitos. En los dos casos, tanto Adán como Prometeo, siendo inmortales (hijos de dioses) y viviendo en paraísos terrenales; perdieron la gracia de su inmortalidad por su desobediencia a Dios.

En el caso de Adán, éste es expulsado del paraíso junto con Eva, su pareja, para no regresar más al paraíso que Dios había dispuesto para ellos y dejar de ser inmortales. Desde entonces; ¡morirán! Pero no sin antes atravesar por un largo o corto proceso de envejecimiento y enfermedad como parte también inherente del castigo divino.

En el mito de Prometeo; Zeus no sólo castiga a Prometeo, sino a todos los hombres por la extensión de su culpa al atreverse a robar el fuego divino del mismo templo de Hefesto y dárselo al género humano.

Cierto o no, mentira o fantasía, de lo que acusaba Platón a los poetas épicos que narraban estas historias; es la referencia más elocuente de que hoy dispone la ciencia para seguir indagando sobre la vejez, como principal presagio de la muerte.

La vejez es hoy en el entorno y prioridad de la ciencia bio-molecular, así como de aquél que determina la existencia y funcionamiento de cada una de las células que dan vida a nuestro organismo, un tema de estudio y vanguardia. Porque de la vejez se derivan la mayoría de las enfermedades que finalmente determinarán la existencia humana.

Hoy, el mayor margen de vida de un humano es de 120 años, sin que éstos necesariamente sean o hayan sido años plenos, acompañados de buena salud y bienestar. Todavía es extraño o muy extraordinario encontrarse con individuos que han cumplido cien o más años, sin verlos padecer o atormentados por un organismo y un cuerpo enfermo que ya no responden, esperando sólo la muerte.

Tampoco es una mera curiosidad (no en este caso) consultar la Biblia para indagar un poco lo que Dios dispuso luego de castigar a la humanidad con el Diluvio. Dios hizo llover sobre la Tierra cuarenta días y cuarenta noches, y a casi un año de permanecer sobre la barca, Dios le dijo a Noé: “Desde ahora ya no dejaré que ningún hombre pueda vivir más de 120 años” (Génesis: 6/3). Pero paradójicamente y después del tiempo de Noé; Abraham vivió 175 años, Esaú 147 e Isaac 180. Sólo Moisés vivió exactamente 120 años, el rey David 75 y Salomón 80.

¿Pero cuál es nuestra relación con los mitos, además de que son ellos la raíz de nuestra cultura, la primera idea sobre un mundo aún fantástico pero que de algún modo se traslada al mundo real donde vivimos? Naturalmente en el mundo de los paraísos perdidos (como ya escribió Milton) se podían comer manzanas (aunque el fruto prohibido nunca fue una manzana) y se podía nacer de ningún parto y sin ser niño. Ni Adán ni Eva nunca fueron niños. Y de Prometeo, no sabemos, aunque en su mundo las mujeres (que habrían podido ser madres de los hombres) no existían.

Luego de la desobediencia y de la confrontación con los dioses; al hombre sólo le quedó vivir como Dios había dispuesto.

Sin embargo; el hombre está cada vez más cerca de revertir (no rebelarse) un castigo que invalide o postergue el envejecimiento, y no para ser inmortales, sino para morir no decrépitos ni enfermos; sino como los hombres morían antes de la llegada de Pandora a la Tierra.

Lo que el hombre ha logrado hasta este punto ya no es un mito, y no lo será en tiempos venideros, si o la realidad de nuestro desarrollo evolutivo donde podremos vivir ¡hasta mil años!