Por qué volver a Hitchcock

Por Gerardo Novelo González*

gerardonovelog@gmail.com

* Estudiante de Comunicación. Difícil ganarle en un debate, sobre todo si se trata de cine o comics. 

En 1962, durante una de sus míticas entrevistas con Francois Truffaut, Alfred Hitchcock reveló su receta para el suspenso: proveer a la audiencia con información que los personajes carecen. Un profesor de literatura lo llamaría ironía dramática: darle a conocer a la audiencia más de lo que los personajes saben. Es abundante en el cine de horror y de suspenso (¿cuántas veces nos hemos encontrado gritándole a un ingenuo protagonista que no entre ahí porque ahí se esconde el monstruo?) aunque no es exclusivo del género ni del medio (el mejor ejemplo siendo el primer suicidio de Julieta, el cual la audiencia conoce como falso, pero Romeo no, y que termina en ambos amantes quitándose la vida).

El informar a la audiencia como clave para generar suspenso parece retar a lo que se conoce como la paradoja del suspenso. La paradoja, foco de debate en círculos académicos, plantea tres premisas individualmente lógicas, pero colectivamente contradictorias: el suspenso requiere incertidumbre, el conocer el final de una historia elimina la incertidumbre y las audiencias pueden sentir suspenso aún cuando ya conocen el final de la historia.

Como solución a la paradoja, algunos argumentan que no existe verdadero suspenso al repetir una película, sino emociones incorrectamente identificadas. Otros sugieren que las audiencias olvidan momentáneamente la resolución de la historia por supresión deliberada o místico trance. Otros más suponen que la incertidumbre no es un elemento necesario del suspenso.

Regresemos a Hitchcock. En Rear Window, Jeff (James Stewart) y Lisa (Grace Kelly) espían a su vecino Thorwald (Raymond Burr) bajo la sospecha de que mató a su esposa. En una de las escenas más memorables de la película, Lisa se escabulle al vacío departamento del supuesto criminal en busca de evidencia. Sin que ella se de cuenta, el asesino sube las escaleras del edificio de regreso a su hogar.

La revelación no elimina por completo la incertidumbre: sabemos que Thorwald está en camino a su departamento y que Lisa está en peligro, pero no sabemos cómo se van a desenvolver los eventos. Sin embargo, sí la disminuye, poniendo en duda que a mayor incertidumbre mayor suspenso. Si se le negase toda información a la audiencia y ésta se enterase del regreso del homicida junto con Lisa, no sería un momento de suspenso, sino uno de sorpresa.

En su entrevista con Truffaut, Hitchcock deja claro la diferencia entre suspenso y sorpresa: “asumamos que hay una bomba bajo la mesa entre nosotros. De pronto, hay una explosión. El público se ha sorprendido, pero antes de la sorpresa ha visto una escena ordinaria e inconsecuente. Agreguemos suspenso a la situación. La bomba está bajo la mesa y el público lo sabe, probablemente porque vieron a un anarquista ponerla ahí. […] En estas condiciones, la misma conversación irrelevante se vuelve fascinante porque el público está participando en la escena. La audiencia quiere advertirle a los personajes en pantalla”.

La falta de información no presume un terreno más fértil para el suspenso, sino lo opuesto. La clave sería, por lo menos en Rear Window, no información ausente sino deliberadamente provista con la intención de involucrar a la audiencia en la escena. Volver a ver la película sabiendo cómo se resuelve la escena no altera en gran medida el suspenso que genera; desde la primera vez el público ya está informado de lo que sucede.

La paradoja del suspenso es un debate vigente que mantiene despierto a más de un académico, así que difícilmente podría llegar a una conclusión con un corto ensayo. Lo que si puedo decir con seguridad es que, sin importar cuantas veces repita la escena, siempre voy a temer por la vida de Grace Kelly en su inoportuno encuentro con Raymond Burr.

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