50 años después, el Sargento Pimienta resiste al olvido

A medio siglo de su lanzamiento, el Sgt. Pepper’s Lonely Heart’s Club Band es una reliquia de una era que ya no existe. Es muestra de un pasado que ya no podemos alcanzar: cuando el tiempo parecía moverse más lento, la creación artística requería herramientas que ahora son obsoletas y el arte se vivía menos frecuentemente y con menores distracciones.

Es una herencia análoga. Pero todavía resiste al olvido.

Quizá porque, incluso en su momento, ya se manejaba con otras temporalidades. Su música provenía tanto de una época anterior al rock como de un más allá, un cosmos aún por explorarse. Y las letras —tanto la acidez de John Lennon como la afabilidad de Paul McCartney— eran compasivas para varias generaciones.

No es posible escuchar Sgt. Pepper hoy en día y que nos afecte como a quienes lo escucharon por primera vez en 1967. Sus innovaciones y particularidades ya han sido replicadas en demasiadas ocasiones, sus excentricidades han sido absorbidas por muchos artistas. Los sonidos que al principio apantallaban —el sitar y otros instrumentos indios o los juegos de palabras de George Harrison en “Within You Without You”, el collage de cintas pegadas a mano con distintos sonidos de órganos en “Being for the Benefit of Mr. Kite” o aquella amplitud orquestal de “A Day in the Life”— ahora tienen una capa de nostalgia.

Los descendientes de la experimentación en el álbum ahora existen en la memoria colectiva como “psicodelia”, un vocabulario sonoro que los músicos actuales pueden copiar y nos transporta de manera instantánea a los años sesenta.

La gran lección de Sgt. Pepper, que todo vale en el estudio porque lo que importa es el sonido que queda grabado, ahora se da por sentado. Como la industria alrededor de The Beatles nunca se pierde un aniversario, Sgt. Pepper fue reeditado para la ocasión.

Y la reedición es exhaustiva: le da un entorno sonoro más amplio, con mayor detalle, separa las voces individuales y los instrumentos (para los nostálgicos también incluye una mezcla en sonido mono de 1967).

La edición especial también incorpora a “Strawberry Fields Forever” y “Penny Lane”, las obras maestras grabadas a la par de Sgt. Pepper pero que fueron publicadas como sencillos antes de que el álbum saliera a la venta. También incluye tomas eliminadas, material de lectura, clips de video y un documental sobre cómo se hizo el disco (aunque varias anécdotas ya son familiares, pues esa película fue hecha para el 25 aniversario, en 1992). Conforme los gustos populares se han movido de estructuras musicales elaboradas a quienes quieren un regreso a lo básico, Sgt. Pepper ha sido celebrado, criticado o ignorado.

Sin embargo, es un buen momento para que el Sargento Pimienta quede liberado del peso de haber pronosticado el futuro ecléctico del rock o de haber apuntado hacia un punto muerto lleno de quisquillosos. La verdad es que no tiene que ser ni lo uno ni lo otro. Ni “el álbum de rock & roll más importante”, como lo declaró Rolling Stone en 2012, ni un golpe contrarrevolucionario al “verdadero” rock & roll.

Es algo en medio, que logra una yuxtaposición de lo profundo y lo juguetón. El disco entero es sinergia, aunque canción por canción también es una mezcla de logros inéditos —”A Day in the Life” y “Within You Without You”— con chucherías manufacturadas de manera meticulosa, como “Lovely Rita” o “Good Morning Good Morning”. Dos de las canciones más destacadas, “Strawberry Fields Forever” y “Penny Lane”, ni siquiera están en el disco.

Aunque, con cincuenta años de retrospectiva, Sgt. Pepper sigue siendo un experimento jubiloso y revelador. Hasta las “peores” canciones del disco están llenas de sorpresas musicales y verbales.

Sgt. Pepper es inseparable de su era. Fue estrenado el 1 de junio de 1967, al principio del Verano del Amor. Era una época de prosperidad, de optimismo ingenuo y descubrimientos vertiginosos, como las drogas que expandían la mente y tenían una reputación benigna.

El rock psicodélico con colores pastel fue una distracción corta pero eufórica de los conflictos alrededor del mundo; en Estados Unidos los casos particulares de la guerra de Vietnam y las tensiones raciales. Pero Sgt. Pepper es parte de ese momento de inocencia y posibilidad, encapsulado a la perfección en “Getting Better”, incluso cuando Lennon incluye la burla: “Can’t get much worse” (“Qué tanto puede empeorar”).

Ese instante de inocencia cultural también fue un momento de apertura artística estratégica para The Beatles.

The New York Times

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