Marea verde

Armando Escalante
Periodista y analista político

Como sucede en todo lo que hace, el capricho de Manuel López de construir un tren, un aeropuerto en Tulum, una refinería, y antes otro fracasado proyecto en una base aérea militar en Santa Lucía, le está costando caro al país, sobretodo a Yucatán, a Mérida en particular y a nuestro patrimonio histórico.

En el caso de Mérida, a nadie parece importarle más que a un puñado de opinadores que al calor de unas obras se borre de un zarpazo verde olivo, una parte de la historia al tiempo que se cancela para siempre la oportunidad de darle una mejor vialidad a un sector de la ciudad que por el resto de la vida quedará atrapada por un absurdo ”escenario de conciertos” (anfiteatro) que bien pudo ser una moderna vialidad y no solo un polo atrayente de multitudes.

No conforme con arrasar con vestigios mayas, deforestar nuestra reserva acuífera, y contaminar y rellenar cenotes en buena parte de la Península, en Mėrida se está destruyendo (en presente) en lo que fuera la zona de “la plancha” (antigua zona de talleres de FFCC y sus patios de maniobras) todo el valioso entramado del sistema ferroviario del sureste; están desapareciendo con la velocidad de las máquinas no solo árboles y vegetación sino también antiguos rieles, toneladas de durmientes, y los herrajes e infraestructura del sistema de cambio de vías, palancas, engranes, señales históricas y un sinnúmero de piezas que estaban en la zona.

La voz de alerta del investigador José Luis Sierra Villarreal así lo advierte. Es apenas —junto con estas líneas—, un tímido intento por llamar la atención. En su espacio personal de facebook, lamenta los estragos que causa la obra en la Plancha que todo destruye a su paso, y que en mi opinión, al final, dejó a un lado a todos los expertos y los silenció con una maqueta que por sí sola confirma el malogrado proyecto que no tomó en cuenta a nadie. El mejor ejemplo un costoso lago que solo dará problemas — criadero de mosquitos—, si es que logran sellarlo para que el agua no se filtre por el subsuelo. Pura y costosa simulación.

Un falso proyecto que tampoco incluye estacionamientos, que cancela los espacios a la lógica y el sentido común talando árboles ya crecidos para fingir que se reforestará. Una vergüenza por donde se le vea.

No hay cámaras empresariales, menos colegios de profesionales, tampoco asociaciones que se atrevan a levantar la voz. Vaya, ni los medios de comunicación se atreven a decir nada de cómo se arrasa con la historia.

Los militares que tienen a su cargo la inútil obra, solo pueden obedecer y cuidan el pellejo de los gritos de sus superiores, de los generales fuereños que en mala hora están a cargo de la obediencia ciega al presidente; por eso tampoco les importa que el patrimonio se destruya. Es eso, o que los arresten.

Callados todos, obedientes, silenciados, no se atreven a objetar nada. El terror al presidente de los políticos sean del partido que sea, disfrazado de trato institucional, está a la vista y es cómplice de la desaparición de un siglo de historia.

Jamás les ha importado la ciudad, menos les interesa el patrimonio. Solo intentan salir mediadamente librados del paso de este fenómeno destructor que se llama Andrés López. Buscan hacerse a un lado para que no les pase encima la marea verde.

Es más, casi es un hecho que todo ese proyecto no exista ningun estudio de impacto ni ambiental ni vial y menos que cuente con los permisos que le exigen a todo particular. La complicidad y el silencio van de la mano. La exigente burocracia del cuidado del “desarrollo urbano” y su enredado papeleo —lleno de vericuetos que alientan la corrupción—, debe estar arrinconada, callada y nerviosa, lista para aprobar lo que le manden los soldados, si es que lo hacen.

Será muy costoso el saldo de los daños que nos genere López Obrador si es que algún día se va. El desastre que nos dejará tendrá una enorme, larga lista de culpables locales que podrá ser señalada en su momento cuando todo esto que aquí queda escrito, puntual- mente pase y se cumpla como toda sentencia. Al tiempo.

El xix.— Hay museos de países de Europa que pagarían mucho por los fierros que se destruyen y “desaparecen” en los patios de los antiguos Ferrocarriles Unidos del Sureste.