El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, pidió orar para que más jóvenes se animen a ser seminaristas, ya que se viven años de vacas flacas, hay muy pocos estudiantes en el Seminario, los tiempos actuales con esta cultura tan alejada de Dios no son un terreno óptimo para que surjan vocaciones.
“Ahora más que nunca urge la oración por las vocaciones sacerdotales, para esto es muy importante la formación cristiana dentro de las familias, la educación en los colegios católicos y el trabajo de la Pastoral Juvenil, para que todos los jóvenes descubran que lo que vayan a ser en la vida sea bajo la mirada de Dios nuestro Señor, sabiendo que todos somos llamados por Dios a la santidad de vida, y que como bautizados tenemos la misión de dar frutos de vida cristiana. Con estas premisas, muchos más jóvenes pueden considerar el llamado al sacerdocio”, agregó.
Tras señalar que ayer concluyó la semana del Seminario de Yucatán explicó que en la primera lectura, tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles, cómo Pablo fue aceptado en la Iglesia de Jerusalén, luego de su conversión.
Dijo que al llegar a la Ciudad Santa, los demás discípulos le tenían desconfianza por su historial de perseguidor de los miembros de la Iglesia. Sin embargo, Bernabé lo presentó a los Apóstoles y les dijo cómo Pablo había encontrado a Jesús en el camino, y cómo había predicado con tanto valor en Damasco.
Mencionó que desde entonces lo aceptaron bien, pero pronto se metió en problemas porque él predicaba abiertamente sobre Jesús, pues “hablaba y discutía con los judíos de habla griega y éstos intentaban matarlo” (Hch 9, 29). Esta lectura nos enseña cómo todo hombre tiene, con la gracia de Dios, posibilidad de cambiar; para que no etiquetemos a nadie y tengamos siempre esperanza en la conversión de las personas, por difícil que nos parezca.
Por otra parte, expresó que ven que el carácter apasionado de Pablo, así como lo llevaba antes a perseguir a los discípulos, ahora lo mueve a discutir con los judíos de habla griega, ganándose el atentado de muerte. Con esto entendemos que cualquier carácter, aún si es fuerte, sirve para la causa del Reino. “Aceptémonos unos a otros con el carácter de cada uno”, refirió.
Reiteró que en la segunda lectura el apóstol san Juan, en su Primera Carta, nos da una síntesis maravillosa del compromiso cristiano. Dice: “Hijos míos: No amemos solamente de palabra, amemos de verdad y con las obras” (1 Jn 3, 18). El compromiso cristiano consiste en corresponder al amor de Dios, con nuestro amor a Él por sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos. Pero no basta decir que amamos, ni siquiera basta decir que sentimos amor, pues el amor verdadero se demuestra en las obras de solidaridad con nuestro prójimo.
Apuntó que San Juan hace referencia al juicio de nuestra conciencia, sabiendo que Dios está por encima de ella. Sin embargo, la conciencia es como una alarma que Dios nos ha regalado, la cual, si no le hacemos caso, termina por ya no recriminarnos nada. Alguien se puede acostumbrar hasta a matar, cayendo en la total inconciencia de su culpa.
Indicó que lo mismo le puede suceder a quien cometa corrupción, ya que puede auto justificarse debido a que su conciencia ha sido totalmente adormecida. Lo mismo le puede suceder al que abusa de las mujeres o de los menores, hechos que a todos nos deben parecer monstruosos y perturbadores, pero no habiendo conciencia, viene fácilmente la autojustificación para quien lo practica. Igual le puede suceder a quien miente o a quien critica, si ignorando su conciencia ve natural todo lo que dice y hace, y hasta se justifica pensando: “Es que todos lo hacen”. Quien pierde la conciencia termina por deshumanizarse.
Agregó que hoy está de moda pensar que cada quien tiene su verdad; pero la verdad para ser auténtica es solamente una. Si hacemos caso a nuestra conciencia comenzamos a no falsear nuestra verdad; la verdad de lo que somos, decimos y hacemos. Ahora que pronto celebraremos el Día del Niño, recordemos lo importante que es enseñar al niño a escuchar su conciencia, a seguirla educando para que no nos engañe, para distinguir con claridad entre el bien y el mal, para decidirnos por el bien, aunque nos cueste.
A propósito de “permanecer”, mencionó que ese es el tema del evangelio de san Juan, en la alegoría de la vid, que Jesús propone a sus discípulos en el pasaje de hoy. Jesús se presenta a sí mismo como una planta de uvas, es decir, una vid, planta a la que no estamos acostumbrados en esta región. La vid se ha cultivado tradicionalmente en Parras de la Fuente, Coahuila y en Baja California, pero hoy en día se cultiva en trece estados más en nuestra República Mexicana, pues lo mismo ha crecido el consumo del vino entre los mexicanos.
“Jesús es la Vid y su Padre es el Viñador. Nosotros somos los sarmientos, es decir, las ramas. Es lógico que la rama tenga fuerza para dar fruto mientras esté unida el tronco de la vid”, aseveró.
Texto y foto: Darwin Ail