El mago estaba allí…
Y de repente la tarde se volvó de color rosa y de color rojo. Y la seda de un capote danzó en el viento con serenatas de esencia y arte… Y más tarde se rompió la muleta en naturales de trazo único e imposible, etéreo…
Lejos crepitaba el fuego. La hoguera de Santa Lucía alumbraba la última luz de la tarde, y se deshacía en lenguas de calor y fantasía. Algunos niños jugaban al toro. Olía a invierno, a galletas de canela, a hogar…
Y el mago seguía allí…
Dedicado a mi abuela, muy devota de Santa Lucía
Dedicado a mi amiga Lucía y a Lucía Talavante
Dedicado a Luis Carrasco
Dedicado a mi mago, besos, Ale!