Era un simple vaso. No uno bonito de un cristal excelente. No, no. Era un vaso normal. Y estaba siempre allí. En la mesita que había al lado de la cama de la niña. De la niña que llevaba medio año en el hospital enferma…
Una noche los objetos cobraron vida, mientras la pequeña descansaba. Las muñecas empezaron a hablar, igual las flores, los zapatos. Todos presumían de ser importantes para la dulce Mònica…
Y no hacían caso al vaso. El pony hermoso de color violeta se sentía ufano, había sido un regalo de la tía Amalia. La caja de pinturas también alardeaba de su importancia… Los ositos…
Y el vaso dijo…
“Yo también me siento feliz. Soy un simple vaso de hospital. Pero cuando la chiquilla necesita refrescar sus labios, cuando tiene sed, o cuando ha de tomar una medicina, yo estoy ahí. Siempre…”
Y los objetos entendieron y aplaudieron…
Dedicado a cualquier persona que cuida a alguien enfermo
Dedicado a Luisito, luchamos, campeòn, besos!