El voto por Trump

Carlos Hornelas

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Ala hora en que escribo estas líneas el otrora candidato Donald J. Trump ha alcanzado los 270 votos del Colegio Electoral que eran suficientes para convertirse en el cuadragésimo séptimo presidente de los Estados Unidos de América.

Y los resultados de los comicios dejan ver que también habría obtenido la mayoría en el llamado voto popular, es decir, el sentido de los votos de los ciudadanos en general. Sin embargo, eso no para allí. Todo parece indicar que la recomposición del Congreso a partir de estos resultados, le favorecerá en ambas Cámaras. Con lo cual la oposición se verá marginada en los próximos cuatro años.

En lo que se refiere al poder judicial, recordemos que, durante su mandato nombró a tres de los nueve integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y con ello, de acuerdo con los expertos politólogos norteamericanos, habría inclinado la balanza hacia las causas de los conservadores y los republicanos.

Algunos politólogos como Colin Crouch, Chantal Mouffe o Slavoj Zizek han trabajado el concepto de postdemocracia para describir los tiempos actuales. Este fenómeno no es exclusivo de los Estados Unidos, sino que también se ha visto en Brasil, Turquía y Hungría, entre otros.

La postdemocracia se caracteriza por una ciudadanía que no se percibe representada por los políticos ni por las instituciones del Estado moderno. En ese orden de ideas, aunque prevalezcan las prácticas democráticas como las elecciones, las consultas o referéndums y las instituciones como los colegios electorales, partidos políticos o coaliciones, los ciudadanos perciben un alejamiento cada vez mayor entre la política y su vida cotidiana.

La capacidad de influencia de los electores se diluye en el momento del sufragio. Me explico: aunque elijan a sus representantes a cargos públicos, se percibe que las decisiones que toman una vez en el cargo, distan mucho de estar en favor de los intereses de quienes supuestamente representan. Es como si hubiera una diferencia radical entre el electorado y los partidos políticos.

En este escenario, las élites políticas y económicas parecen prevalecer con su influencia y poder a pesar de la supuesta rotación consecuencia de un cambio de partido en cada elección. En este sentido, hay cada vez menos partidos políticos pero la clase política, que ha estado siempre, los coloniza. Siempre vemos a los mismos protagonistas.

La calidad del debate tiende a debilitarse o bien a trivializarse. La tendencia a la mediatización y popularidad de la política ha preponderado la persuasión sobre el contenido de los argumentos, y con ello, tanto las ideologías políticas como las discusiones informadas se han vuelto irrelevantes. Esto trae como daño colateral que las narrativas simplificadas o manipuladas se impongan y se promueva la sospecha y reticencia hacia la prensa tradicional o los expertos en ciertas materias, por ejemplo.

En la elección de Trump, por citar un caso, la intervención directa y franca de Elon Musk a través de la red social X, otrora Twitter, ha sido un factor a tomar en cuenta en el posicionamiento del republicano.

Otra característica de la postdemocracia es la tendencia de incremento de la desigualdad. En el caso de algunos países latinoamericanos se puede observar que la capacidad de toma de decisiones tanto políticas como económicas se concentra en unas cuantas manos. Esto limita al Estado en la capacidad para garantizar algunos derechos a sectores vulnerables.

Por último, hay un aumento en tendencias autoritarias con líderes elegidos democráticamente que socavan instituciones del estado tras ser electos por voto popular, como el caso de El Salvador en donde se debilitaron controles institucionales al poder del ejecutivo y se han restringido libertades. El régimen llamado democracia está en una transición y a está punto de redefinirse.