La desmemoria del presidente

¿Nunca terminó de comprender hasta dónde lo llevaría la forma como su equipo lo secuestró y lo hizo perder contacto con la realidad? Estas preguntas tienen su origen en lo que afirmó el lunes en una entrevista con La Jornada al hablar del caso Ayotzinapa. “Nunca he logrado entender una cosa: cuándo pasó el gobierno a ser señalado, si lo único que quiso fue atraer un asunto ocurrido en una entidad, Guerrero”, dijo Peña Nieto.

“El gobierno intervino para esclarecer y apoyar la investigación de qué había ocurrido, dónde estaban, cuál había sido el paradero de los jóvenes desaparecidos”. Las repuestas son claras desde el principio; su reacción es inaceptable. Una selección de textos publicados en este espacio permiten argumentar que Peña Nieto no entendió ni entenderá que su inacción irresponsable en los primeros días es la causa de ello. Veamos:

1.- En la columna ‘La crisis de Peña Nieto’, del 13 de octubre de 2014, se apuntó: “El Presidente atraviesa por la peor crisis política de su vida pública con los actos de barbarie en Iguala, donde existía un gobierno articulado con la delincuencia organizada, que reprimió a normalistas en una noche donde murieron seis personas y se llevaron con rumbo desconocido a muchos más que aún no aparecen. Fue una violación a los derechos humanos, avalada, por su inacción, por el gobernador de Guerrero, Ángel Heladio Aguirre, que infectó políticamente al presidente por haber intentado, erróneamente, encapsular el agravio en el estado. El mal diagnóstico en Los Pinos lo proyectó en los últimos días como un líder sin ideas claras, dubitativo, contradictorio…

“El proceder de Peña Nieto se inscribe en la lógica de arranque de gobierno, donde se inocularon del discurso los temas de seguridad y violencia. Aplicar la misma receta a los actos en Iguala fue una ingenuidad. Iguala era un escándalo el 27 de septiembre, pero escondieron al presidente hasta el día 30, cuando en lugar de enfatizar su preocupación, se lavó las manos”.

2.- El 27 de octubre, en ‘El sexenio en 27 días’, se señaló: “La primera valoración sobre lo sucedido en Iguala fue reduccionista, al soslayar que policías municipales habían atacado a decenas de normalistas de Ayotzinapa, y desaparecido a 43, en coordinación con criminales. El yerro de juicio se puede presumir fue de la asesoría política en la presidencia tripartita con la que opera Peña Nieto, del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el jefe de Oficina, Aurelio Nuño, que lo hizo declarar que esos hechos eran responsabilidad de los guerrerenses…

“El segundo error de valoración fue no entender que la desaparición forzada de personas, sin importar que fueran normalistas o criminales, significa una violación de derechos humanos que puede llevar a la constitución de un crimen de lesa humanidad. Al documentarse que habían participado policías, era cuestión de horas para que se movilizaran organizaciones defensoras de los derechos humanos en el mundo. La paralización del gobierno peñista en este tema detonó la crítica internacional. La difusión en la prensa extranjera de cómo actuaron gobiernos y policías como criminales, cuestionó la eficacia de la estrategia de seguridad del gobierno federal, y puso en entredicho el Estado de derecho”.

3.- El 10 de diciembre, dos meses y medio después del crimen, se publicó ‘Ayotzinapa, la tormenta del príncipe’, donde se observó:

“En el equipo íntimo del presidente piensan que la crisis social, política y económica por la que atraviesan, es una tormenta perfecta, que no deja de ser tormenta y que, por lo tanto, pasará. Aurelio Nuño, jefe de la Oficina de la Presidencia, confirmó al diario El País esa lógica y aseguró que la opinión pública no les modificará el rumbo escogido.

‘Vamos a tener paciencia en este ciclo nuevo de reformas’, dijo. ‘No vamos a ceder aunque la plaza pública pida sangre y espectáculo, ni a saciar el gusto de los articulistas. Serán las instituciones las que nos saquen de la crisis, no las bravuconadas’.

“Habló el príncipe que le susurra al oído al presidente y que es el arquitecto de su aislamiento. Pero la plaza pública no pide sangre ni espectáculo, como descalifica; exige que el gobierno gobierne y que asuma sus responsabilidades, a las que claudicó durante casi dos semanas tras la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa porque el diagnóstico que presentaron al presidente era equivocado.

“Por la boca de Nuño se anticipan las acciones del presidente. No habrá cambios, está claro… Las palabras de Nuño sugieren que en Los Pinos siguen sin darse cuenta que no se han dado cuenta”.

Iguala, se subrayó el 13 de octubre, aniquiló en 27 días el modelo de gestión de la gobernación del presidente Peña Nieto, enmarcado por aquellas palabras cuando dijo que era un tema que tenían que resolver exclusivamente los guerrerenses. En esos primeros días en Los Pinos, los colaboradores del presidente estaban cegados en su endogamia.

Llamaban ‘criminales’ a los normalistas y afirmaban que la salida de Aguirre no solucionaría nada. La información que daban al presidente estaba fragmentada y era escasa; lo tenían desinformado. Era patente el poco alcance de su equipo, y lo fallido de la gestión vertical, cerrada y encapsulada, que llevó a pagar a Peña Nieto altos costos políticos en el medio plazo e históricos en el largo. Si el presidente aún no lo sabe, que revise aquellos días de 2014.

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