La falacia de Narciso

Mario Barghomz

mbarghomz2012@hotmail.com

Se tiene por ignorancia del tema una mala idea del verdadero sentido a que se refiere el mito de Narciso. La mayoría (aún los psicólogos especialistas carentes de un conocimiento más filosófico) le atribuye en la deconstrucción de un mito relativamente estudiado, aquella referencia que se toma para señalar el trastorno (o un complejo de vanidad) de una personalidad sobrada en sí misma, ajena a la empatía y al amor por los demás.

Google también hace referencia a la misma falacia, argumentando lo que seguramente desde Freud se consigna como egoísmo, vanidad o engreimiento de una persona incapaz de sentir amor por los demás y hasta por sí mismo. Sin embargo, y en contraste, la psicología estudiada por Erich Fromm (“El arte de amar”), también nos habla de las personas incapaces de amarse a sí mismas (egoístas), y que son las que caen en estados de depresión y ansiedad por una ausencia de valor, conocimiento de sí mismas y carentes de amor.

Para Freud el narcisista es un egoísta (de ahí la idea del trastorno), pero para Fromm el amarse a sí mismo (no como lo designa Freud al llamarlo narcisismo) es una virtud, una capacidad y necesidad de sentimiento y deseo propio que luego concurrirá hacia los demás. “Ama a tu prójimo como a ti mismo” -cita Froom-.

Sin duda Freud hace una interpretación errónea del mito, o lo toma solo como referencia, así como hizo con Edipo y llamó luego “complejo de Edipo”. Lo cierto es que el mito nos habla, y si abundamos en la lectura de sus diferentes versiones de traducción, de un joven que era realmente tan bello que la gente quedaba fascinada al verlo, cautivada o arrobada por su hermosura. Y sí, la versión más popular hace referencia al desplante y engreimiento de Narciso al ver que los demás lo deseaban o se le acercaban. En algunas versiones se habla de que la misma Eco, ninfa que al verlo también se enamoró de él, fue rechazada por Narciso al advertir sus pretensiones. Eco se sintió tan afligida y tan triste que se recluyó en una cueva hasta consumirse. De ella quedó solo su voz -dice el mito- que es a lo que hoy llamamos eco.

Pero en las historias que se nos cuentan sobre Narciso (las diferentes versiones del mito), no se nos habla del por qué del comportamiento de Narciso, por que su rechazo y su poca empatía hacia los demás que es lo que, según la interpretación freudiana, lo hace engreído y vanidoso.

Hay un personaje dentro de la misma historia del que poco se hace referencia y este es vital para lograr comprender más el mito. Se llama Tiresias, y éste es un adivino y profeta dentro de la cultura del mundo clásico y homérico de los griegos. Tiresias le ha predicho a la madre de Narciso que, aquel día en que el muchacho se conozca, morirá. Predicción que más tarde se cumplirá al mirar en el agua él mismo su propio reflejo.

Si atendemos esta predicción (lo que seguramente Freud no hizo), entenderemos que todos “conocen” a Narciso, que todo aquel que lo mira puede admirar su belleza y quedar cautivado por ella, menos él, porque no sabe quién es. Narciso ignora (de ahí la falacia) quién es. Narciso no sabe simplemente que es tan bello, porque, contrariamente a lo que se cree, no se ha mirado, porque el día que lo haga morirá.

Consideremos, tomando el centro literario de la idea mítica, que fue su belleza misma al conocerse, quien lo sedujo tanto, que no pudo dejar de mirar su reflejo en el agua, hasta quedar convertido en la flor que hoy lleva su nombre. Si observamos bien, la esencia del mito no hace referencia a la vanidad, sino al poder y seducción de la belleza.