Pintores novohispanos en la Catedral de Mérida: Fray Miguel de Herrera (I/II)

Por Ángel E. Gutiérrez

Se conserva en el muro sur de la Catedral de Mérida, a un costado del altar mayor, un óleo sobre lienzo de grandes proporciones en el que se representa a la Virgen María, con la iconografía característica de la Inmaculada Concepción, rodeada de una corte de ángeles, santos y emblemas marianos. El cuadro es, sin duda, una de las obras más notables de la pintura novohispana en Yucatán.

En la bibliografía publicada sobre la catedral meridana, dicho óleo ha llamado la atención de los autores y ha sido denominada con títulos como “La Asunción de la Virgen”, “La Inmaculada Concepción en medio de santos” o “La Santísima Virgen, reina de los cielos”. El origen y el derrotero que ha seguido el cuadro hasta su ubicación actual resulta algo confuso, llegando a conformarse cierta leyenda piadosa sobre el mismo.

En un opúsculo titulado “La lámpara de tres siglos”, publicado en 1886, el obispo Carrillo y Ancona data la pintura en el siglo XVI y apunta que, originalmente, perteneció al Convento Grande de San Francisco de Mérida, ubicado en el hoy desaparecido conjunto religioso-militar de la Ciudadela de San Benito. En 1821, al ordenarse la extinción del convento, el cuadro pasó al claustro del Convento del Tránsito de Nuestra Señora de La Mejorada, donde permaneció en el olvido por varios años.

Por su parte, el canónigo Fernando María Ávila señala que, posteriormente, el cuadro fue reubicado en el Palacio Episcopal de Mérida donde estuvo hasta 1915 cuando dicho inmueble fue expropiado y el cuadro pasó a la Catedral. El canónigo Juan Castro Lara señala que el histórico lienzo se salvó del asalto que ese mismo año sufrió el templo gracias a que fue puesto a buen resguardo en la casa de un sacerdote hasta que, finalmente, fue devuelto al templo catedralicio, posiblemente en la década de los 40 cuando se llevaron las obras de reconstrucción de éste por iniciativa del arzobispo Tristschler y Córdova.

En algunas de las fuentes citadas la obra es catalogada como anónima. Sin embargo, los últimos trabajos de restauración del cuadro sacaron a la luz la firma del autor y el año de su realización: Fray Miguel de Herrera, O. A. 1730. Manuel Toussaint califica a Herrera, fraile agustino, como “un pintor tan fecundo como desigual”. Nació a finales del siglo XVII en San Cristóbal de La Laguna, Tenerife, España; en 1719 se trasladó a México, donde desarrolló la mayor parte de su labor pictórica. La obra más antigua que de este autor se conoce data de 1729: un lienzo monumental perteneciente al Convento del Carmen de Puebla.

Su pintura es eminentemente de carácter religioso, aunque también fue un destacado retratista, realizando las efigies de prelados, caballeros, damas y otros personajes conspicuos de la sociedad novohispana; de hecho, se le atribuye un retrato de la célebre sor Juana Inés de la Cruz. En el registro de las obras de Herrera que reporta Toussaint no se menciona el óleo de la Catedral de Mérida, por lo que este cuadro viene a enriquecer el conocimiento del repertorio de la pintura novohispana.

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