Sac Actún: una caja negra que guarda la historia profunda

El sistema de cuevas de Quintana Roo suma cerca de mil 400 kilómetros de extensión y buscan que sea declarado, junto con el Gran Acuífero Maya, Bien Mixto ante la Unesco.

Nada más espectacular que viajar por los pasajes laberínticos de un planeta que palpita en las entrañas de la Tierra. Un mundo paralelo al que habitamos, sumergido prácticamente a flor de tierra, muy cerca de las paradisíacas playas del Caribe mexicano, y descubrir allí rastros del Pleistoceno, evidencia de las primeras poblaciones americanas, y vestigios de la civilización que edificaron los mayas en esas tierras, en la Península de Yucatán.

La emoción del arquéologo Guillermo de Anda Alanís se desborda cuando nos platica del que podría ser ya, y apenas estamos en febrero, el gran acontecimiento subacuático del 2018: la conexión de dos de los sistemas de cuevas inundadas más grandes de la Tierra, localizada en los primeros días de enero, que dan lugar a la caverna inundada más grande del mundo y configuran el sitio arqueológico bajo el agua más extenso y rico de que se tenga registro hasta el momento.

Es Sac Actún, un sistema de cuevas subacuáticas ubicado al noreste de Tulum, Quintana Roo, que ahora conectado con el sistema Dos Ojos suma 347 kilómetros de extensión y forma parte de lo que los especialistas han denominado Gran Acuífero Maya, junto con otros cuerpos de agua gigantescos conocidos como Ox Bel Ha y Kook Baal, que en conjunto suman 710 kilómetros. Localizar sus conexiones representa el reto siguiente para el grupo de arqueólogos y espeleólogos que conforman el equipo de exploración e investigación.

De acuerdo con los datos del Quintana Roo Speleological Survey, una base de datos con mapas detallados de estos complejos sistemas, una herramienta valiosa para entender y proteger el acuífero, creada por los exploradores pioneros Bil Phillips y James Coke, tan sólo en el norte de Quintana Roo hay 358 sistemas de cuevas sumergidas que suman cerca de 1,400 km de pasajes inundados que alcanzan hasta 72 metros de profundidad. Una especie de caja negra que guarda la historia más remota y profunda de nuestro continente.

De Anda Alanís, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y director del proyecto Gran Acuífero Maya, refiere la importancia de este sistema de cuevas, en principio, como el reservorio de agua dulce más grande de México, abrigo de una gran biodiversidad que depende de este ecosistema conformado de cuevas y cenotes, que cada año atrae exploradores subacuáticos de diversas latitudes, que llegan con el propósito de recorrer las entrañas de este universo.

Por otra parte, el gigantesco acuífero ofrece a la ciencia más de un centenar de contextos arqueológicos en los que yace evidencia de los primeros pobladores de América, restos de megafauna pleistocénica extinta y, por supuesto, el rastro cultural que dejó la civilización maya primigenia, asegura Guillermo de Anda, explorador certificado por la National Geographic Society.

Por estas razones, el Gran Acuífero Maya representa un reto mayúsculo, no sólo porque se trata de un laboratorio de grandes dimensiones muy difícil de abarcar en su totalidad, sino porque en sus entrañas yace la impronta que dejaron poblaciones tempranas del continente, que se remontan a más de 12 mil años, cuyos datos aún por estudiar podrían conducir a nuevas revelaciones de la historia.

Pero también, porque se trata de un reserva natural de valor inestimable, que urge proteger y conservar. Por eso, el equipo que lidera Guillermo de Anda, en coordinación con las autoridades del INAH y otras instancias educativas y de gobierno, ha emprendido una cruzada, en principio para garantizar la salvaguardia de este bien natural, y han iniciado las gestiones para lograr que la reserva sea declarada Bien Mixto por la Unesco y Área Natural Protegida, destinada a la investigación.

UN BÚSQUEDA DE 30 AÑOS

Pese a que la conexión entre Sac Actún y Dos Ojos fue localizada por un equipo de buzos especializados en cuevas, encabezado por Guillermo de Anda y Robert Schmittner, y en el que destacan Marty O Farrell, Jim Josiak y Sev Regehr, ellos no se cuelgan la medalla. Aclaran, en reconocimiento y respeto a los colegas que les antecedieron, que la unión de estos dos grandes cuerpos de aguas “se suponía desde hace por lo menos 30 años y fueron muchísimos los que intentaron hallarla, pero a pesar de que su búsqueda podría parecer infructuosa, es a prueba y error como se fue completando el mapa, y eso nos fue diciendo por dónde sí y por dónde no habría que buscar”, refiere de Anda.

“Robert Schmittner, quien posee una intuición genial, logró localizar la conexión, pero estuvo trabajando en ello desde hace 14 años, y de manera muy intensa durante el último año”, precisa el investigador del INAH.

 

Texto y fotografías: Agencias

 

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