SEGUNDA PLANA – PUNTO MEDIO

EL TEMA DEL CRECIMIENTO horizontal de Mérida no es nuevo, pero al parecer es la primera vez que, como detallamos en la página 3 de esta edición, se presenta un estudio con señalamientos tan fuertes y directos como el del Índice de Prosperidad Urbana, que fue entregado al ayuntamiento. Si hasta ahora ninguna autoridad se ha querido echar ese trompo a la uña, hay que reconocer que esa reticencia no es gratuita, pues ponerle solución al problema requiere una transformación de los ciudadanos, de manera que acepten vivir en hogares del tipo condominio, lo que se antoja difícil en vista de la gran preferencia de los yucatecos por tener o anhelar una casa con patio. Se ha insistido en años anteriores en que dotar de servicios como electricidad y agua a todos se va haciendo cada vez más difícil, por lo distantes que están los desarrollos urbanos unos de otros. Más complicado se antoja el problema y su eventual solución si se toma en cuenta lo difícil que resulta para muchos trabajadores jefes de familia adquirir una casa, así sea de interés social, en una opción que encadena al trabajador a una deuda que no podrá pagar sino en 20 años o más.

EL OTRO GRAN PROBLEMA al que urge hacerle frente en la capital yucateca, pero también en todas las poblaciones del estado, es el de la incipiente pero ya preocupante contaminación de los mantos acuíferos subterráneos. En este aspecto también hay que afrontar un aspecto cultural muy arraigado, que es la reticencia de habitantes del estado a disponer correctamente de la basura. Muchos están acostumbrados a tirar los desechos en cualquier sitio, por lo que envases, cartones, cáscaras de fruta y cualquier otra cosa acaban en la calle y, eventualmente, contribuyen a tapar alcantarillas y pozos, el único supuesto sistema de drenaje con que contamos. Se requiere muchísimo trabajo para cambiar la mentalidad de los habitantes de nuestro estado no sólo para que estén conscientes de que es vital ser más limpios y ordenados y disponer adecuadamente de la basura que generamos, sino además pensar que nuestros malos hábitos pueden destruir en pocos años nuestras reservas de agua, que según expertos representan la quinta parte de la reserva del líquido apto para beber con que cuenta México. Efectivamente, la horizontalidad del crecimiento de Mérida y la contaminación de los mantos freáticos son dos problemas que urge ya atacar.

QUISIÉRAMOS MUCHOS tapar los ojos y con eso lograr que el problema desaparezca, pero es imposible: La violencia en gran parte del país no solamente va en aumento, sino que empeora en niveles de crueldad y desprecio por la vida humana. Y lo decimos porque el sábado pasado fue un día lleno de violencia en Veracruz y Guerrero, dos estados que desgraciadamente resultan emblemáticos a la hora de hacer balance de los grados de violencia en México: en el primero se registraron, principalmente en el sur, oficialmente 21 ejecutados por el crimen (en la realidad el número puede ser mayor), incluyendo al comisionado de la Policía Federal, en tanto que en el segundo se reportaron, también según cuentas oficiales, por lo menos 13 muertos el viernes y el sábado, en enfrentamientos muy violentos en la zona serrana. Debe ser difícil vivir en esas entidades y mantener el optimismo y las ganas de seguir luchando para superarse; y es ante ejemplos como ésos que los yucatecos debemos reflexionar a la hora de que el gobierno o asociaciones civiles convoquen a manifestaciones o acciones directas para preservar nuestro nivel de paz. Por cierto, quizás a manera de consuelo ante tanta violencia, junto con los reportes de matanzas algunos medios impresos “regalaron” a sus lectores amplia información de la “Marcha del orgullo lésbico, gay, bisexual y etcétera” que se realizó el sábado en la Ciudad de México, y que se centró en la demanda de que se respete a la familia, pero no la familia tradicional en la que se desenvuelven la mayoría de los yucatecos (todavía), sino en las familias de los que han escogido hacer del sexo el eje de sus luchas cotidianas. El respeto a la vida y a la familia tradicional, ésta con sus conceptos morales, parece retroceder, con todo y los graves problemas que esa pérdida está generando, mientras que los movimientos que buscan acabar con esos dos valores no rinden beneficios sociales… ¿Hay que esperar?

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