Ser niño

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

Ser niño es sin duda la experiencia más extraordinaria y fascinante de la vida, donde la sorpresa, el ingenio, la imaginación, el asombro y la fantasía están presentes siempre, a toda hora. Y quién que tenga hoy vida, no ha sido niño. Ser niño es una experiencia natural y única, formativa e irrepetible, al mismo tiempo que maravillosa y simple.

Ser niños (cuando se nos deja ser) nos permite traspasar la realidad, trasladarnos a espacios y mundos sólo posibles con la imaginación, con la fantasía propia de un cerebro infantil. Ser niño, desde el primer año hasta los doce, nos permite mirar y sentir lo que jamás volveremos a sentir ni mirar igual.

También ser niño es la parte más sustancial de la vida, la estructura y el cimiento de lo que después, con el desarrollo, seremos de mayores algún día. La estadística científica habla de un margen de los primeros ocho años de vida infantil donde manera de hablar, de pensar, de sentir, la actitud, la voluntad, la percepción, el gusto, la preferencia, la virtud o la habilidad; quedarán definidos en esta etapa. 

Lo que seamos después; dependerá de los niños que hayamos sido durante este primer período de vida. Si todo fue bien; y fuimos niños sanos, felices y fuertes; seremos adultos con toda seguridad también más sanos, más felices y con ganas de disfrutar el mundo por el resto de nuestra vida.

Un niño que ha gozado su niñez, sin duda será un niño que disfrutará luego la vida, que sabrá ser independiente y valerse por sí mismo, que entenderá el valor de la compasión y el amor, el don de la amistad y la sinceridad, la educación y la familia. Que de adulto sabrá la diferencia entre aquello que dentro de lo humano tiene más valor, y aquello que carece de él.

Un niño amado y bien cuidado, atendido y protegido, educado y bien orientado; además de poseer el don natural de la consciencia (el valor que tiene entenderse así mismo), sabrá también la diferencia entre bien y mal, entre aquello que le hace bien y aquello que lo lastima.

Ser niño implica todo un ejercicio de retroalimentación del mundo, de adaptación y sobrevivencia desde la misma vecindad con la propia familia (que en ocasiones o estadísticamente en México es quien más lo lastima), hasta las necesarias relaciones con compañeros de juego o de clase, con maestros que influirán de una u otra manera en su conducta, y situaciones derivadas de su mismo estilo de vida.

Los niños son la mayor bendición del mundo, la caricia más plena, el llanto que más nos conmueve, la mentira más inofensiva, la risa más terapéutica, el abrazo más deseado, el gesto más sincero, la imaginación más excéntrica, la fantasía más tierna y el hallazgo más extraordinario.

Un niño son 86 mil millones de neuronas que se están podando y ajustando en su pequeño cerebro, que se conectan y se desconectan constantemente hasta lograr adaptarse a las situaciones que en su vida luego serán simplemente automáticas o más permanentes. Miles y miles de sinapsis que con el tiempo definirán su madurez cerebral, sus emociones, sus sensaciones y sentimientos, la consciencia de sí mismo y de su entorno. Su cerebro dejará de reconfigurarse hasta cumplir los 24 años (edad donde termina su adolescencia).

Ser niño le permite a todo ser humano formarse y adaptarse, comprender, entender y aprender lo que más tarde usará como herramientas de vida, ante situaciones adversas e inesperadas. Doce años de ser niño es sin duda el tiempo justo para que un organismo pueda anclarse a su ambiente y a cada razón justa o ambigua que demandarán su desarrollo durante el siguiente proceso: la adolescencia.

¡Ser niño será siempre la parte más asombrosa de nuestra vida!

(Para mis nietos: Ivanna y Francisco, ¡niños asombrosos!).