Admito que estoy harto de lo “cuadrada” que es la universidad, de las materias que quieren forzarme a pensar de cierta forma sin dar un por qué, de ese pensamiento dogmático que no admite réplica al que tengo que resistirme cada semestre desde hace ya dos años y medio.
Son cada vez más raros los momentos de libertad creativa e ideológica, más escasos los profesores que promueven buscar alternativas y más numerosos los que te dan “instrucciones para pensar fuera de la caja”.
Intentan inculcar un humanitarismo a base de castigos, sin saber que están produciendo individuos temerosos de la ley, pero sin fundamentos éticos.
Enseñan la importancia de la labor constante, instauran el miedo a no trabajar lo suficiente y luego se sorprenden cuando sus alumnos prefieren asegurar su desempeño académico que participar en actividades de “crecimiento espiritual”.
Intentas hablar con ellos y la respuesta es negativa.
No se salen de la “cajita” en la que se han encerrado: el mundo es como es y no se puede cambiar, la ley es la ley.
Admito tener miedo de graduarme y no haber conseguido suficiente experiencia laboral o váyase-a-saber-qué-cosa me haya faltado hacer para asegurar mi “triunfo” en el mundo competitivo.
Admito que en ocasiones me ha derrotado el “pinche sistema pendejo retrógrada”, como lo llamaría “la Mars”.
Pero me rehúso a aceptar que las cosas son como son y que no pueden ser de otra forma, que tengo que acatar la realidad tal y como me la entregan.
Todo puede mejorarse, el único obstáculo es la terquedad de insistir en lo contrario.
Por Marcial Méndez*
alexmendez2903_s14@hotmail.com
*Estudiante de Diseño Multimedia, posmoderno y fanático del vaporwave. Dice que es más formal de lo que la foto indica. Sí tiene novia.